Decía Erasmo de Rotterdam que cuando tenía dinero se compraba libros; y, si le sobraba algo, entonces lo destinaba a comida. No soy yo quien para contradecir al filósofo neerlandés, y al menos en este aspecto voy camino de ser un discípulo aventajado.
Pero la cuestión no es tanto comprarlos sino sacar tiempo para leerlos. Cuando uno compra un libro compra la promesa de poder dedicarle ese tiempo, un tiempo fuera de este mundo pero dependiente de él. Compra la promesa que el libro encierra ¿entretendrá? ¿me enseñará eso que busco saber? ¿seré el mismo cuando lo acabe?
La vida es un eterno retorno, y así, en esta primavera calurosa, en este año en el que este desventurado blog ha visto su regreso, yo vuelvo a mi querida Feria del Libro.