miércoles, 19 de febrero de 2025

Pura Vida: Lucía Berlin y su Manual para Mujeres de la Limpieza



Para los costarricenses, "Pura Vida" es un concepto que está en todas partes y que tiene que ver con una inclinación por disfrutar de la vida, no importa cuáles sean tus circunstancias. A Lucía Berlin, que vivió en tantos sitios, incluyendo Chile y México y que hablaba español perfectamente, este concepto me parece que le viene pintiparado.

Lucia Berlin (1936-2004, pronúnciese Lu-sí-a y Berlin, sin la tilde), nos dejó 76 cuentos a lo largo de su vida, que fue juntando en recopilaciones publicadas por pequeñas y medianas editoriales. Sin ser desconocida, no tuvo el reconocimiento del gran público hasta que, ya fallecida, se descubrió su obra en la recopilación Manual para Mujeres de la Limpieza (2015), que fue todo un acontecimiento editorial.

“No me importa contar cosas terribles si consigo hacerlas divertidas”.

Se la ha comparado en más de una ocasión con Raymond Carver. Es verdad que ella también tuvo que pasar por los más variopintos trabajos para mantener a sus hijos, y que luchó con el alcohol (y venció). Sus cuentos reflejan estas vidas en los márgenes, y también, como en Carver, hay un gusto por la palabra justa, precisa, con finales que cortan el aliento.

Pero hay algo muy diferente. Podríamos decir que es la voz, el tono que imprime a sus historias. En Berlin, es pura vitalidad. Incluso en los peores momentos hay una mirada luminosa, que usa el humor como un elemento más y en claro diálogo consigo misma y con el lector.

“Exagero mucho, y a menudo mezclo la realidad con la ficción, pero de hecho nunca miento”

Hoy por hoy está muy en boga el concepto de autoficción. Es probablemente una de las razones del éxito póstumo de Lucia. No era nada habitual esta forma de escribir en los sesenta y setentas. Sobre este componente biográfico, se da la paradoja de que Lucía elaboró sus relatos basándose en su propia vida. Su hijo elaboró la biografía de su madre basándose en sus relatos. Se hace por tanto imposible diferenciar qué parte es vida y que parte es relato. En uno de los cuentos que más me han gustado, una profesora visita una cárcel para dar clases de escritura creativa a los presos, y les recuerda que se puede mentir y al mismo tiempo decir la verdad, que la consigna es hablar del dolor, y que este puede adoptar muchos ropajes y a la vez, ser auténtico.

Los rasgos principales del estilo de Lucia Berlin son la velocidad, a veces vertiginosa, el ritmo, un oído exquisito para la lengua hablada, la sensualidad, con imágenes que puedes oler, saborear, tocar…Como su admirado Chéjov y Hemingway, destaca su habilidad para nombrar lo concreto, hacerlo palpable. De pronto en medio de la nada nos sorprende con una comparación sorprendente y brillante, totalmente inesperada. Por otro lado, los cuentos jamás se demoran más de lo necesario, cuando la autora considera que ha dicho lo que quería decir, terminan, a menudo de forma memorable.

A mí personalmente me ha fascinado la complicidad que desarrolla con el lector. Habla de situaciones que todos en algún momento hemos experimentado, y lo hace con una mirada que siempre resulta estimulante y cercana. 

Los relatos de Manual para  Mujeres de la Limpieza están ordenados de manera no cronológica. Saltamos a diferentes momentos de la vida de Berlin, parapetada tras sus diferentes alter egos. En uno es una niña recordando sus días en el colegio de monjas, o viviendo con su madre y abuelos. En otros ya es una mujer divorciada con cuatro hijos a cuestas. En el siguiente, una adolescente en Chile. Aunque cada uno es independiente, los relatos establecen un interesante diálogo unos con otros y con la propia reflexión que hace la autora de sus experiencias. Es al releerlos cuando uno se da cuenta de este lenguaje intertextual.

Dejadme ahora haceros una recomendación personal. Aunque siempre he creído que la obra debe valerse por sí misma sin necesidad de conocer al autor y sus circunstancias, en este caso, conocer los momentos fundamentales de la vida de Berlin ayuda y mucho a apreciar los diferentes cuentos. Stephen Emerson, amigo de Berlin y autor de la selección y ordenación hace un pequeño recuento biográfico hacia el final del libro que recomiendo encarecidamente que leáis antes de nada.

El libro consta de 43 cuentos. Lo creáis o no,  no hay ninguno malo o que se sienta de relleno. Por razones de espacio os voy a comentar solamente los que más me han gustado.

Lavandería Ángel

“La Lavandería Ángel está en Albuquerque, Nuevo México. Calle 4. Comercios destartalados y chatarrerías, locales donde venden cosas de segunda mano: catres del ejército, cajas de calcetines sueltos, ediciones de Higiene femenina de 1940. Almacenes de cereales y legumbres, pensiones para parejas y borrachos y ancianas teñidas con henna que hacen la colada en la lavandería de Ángel. Adolescentes chicanas recién casadas van a la lavandería de Ángel. Toallas, camisones rosas, braguitas que dicen “jueves”. Sus maridos llevan monos de faena con nombres impresos en los bolsillos. Me gusta esperar hasta que aparecen en la imagen especular de las secadoras. “Tina” “Corky” “Junior””.

Uno de los cuentos que más me han recordado a Carver, en el sentido de que parece que no pasa nada y sin embargo, sientes que pasa de todo. A destacar la manera que tiene Lucia para pintar un escenario y sacar belleza incluso en lo más normal y ordinario.

Doctor H.A. Monyhan

“Una madrugada cuando aún estaba oscuro, el abuelo vino a despertarme. Era domingo. Me vestí mientras él llamaba al taxi. Le pidió a la operadora que le pusiera con el servicio nocturno, y cuando contestaron, dijo: “¿Qué tal si nos transportamos un poco?”. No respondió cuando el taxista le preguntó por qué íbamos al consultorio en domingo. La oscuridad del vestíbulo me dio escalofríos. Las cucarachas correteaban por las baldosas, y las revistas nos sonreían tras las rejillas de los buzones. El abuelo condujo el ascensor, subiendo y bajando la palanca como un poseso, hasta que después de varias sacudidas logró pararlo un poco más arriba del quinto piso y saltamos al rellano”.

Recuento de un verano en que la autora ayudó a su abuelo materno, dentista. Es casi terrorífico por su gran fuerza visual.

Manual para mujeres de la limpieza

“(Mujeres de la limpieza: como norma general, no trabajéis para las amigas. Tarde o temprano se molestan contigo porque sabes demasiado de su vida. O dejan de caerte bien, por lo mismo.)
Pero Linda y Bob son buenos amigos, de hace tiempo. Siento su calidez aunque no estén ahí. Esperma y confitura de arándanos en las sábanas. Quinielas del hipódromo y colillas en el cuarto de baño. Notas de Bob a Linda: “Compra tabaco y lleva el coche a… du-duá, du-duá”. Dibujos de Andrea con amor para mamá. Cortezas de pizza. Limpio los restos de coca del espejo con Windex”.

Maravilla. Siguiendo la ruta de los autobuses que le llevan a las diferentes casas de sus clientes, la protagonista, mujer de la limpieza, nos guía a través de un tour por sus pensamientos y observaciones. Me recordó en parte al magnífico Un día de trabajo, de mi admirado Truman Capote.

Punto de vista

“Imaginemos “Tristeza”, el cuento de Chéjov, en primera persona. Un anciano explicándonos que su hijo acaba de morir. Nos sentiríamos turbados, incómodos, incluso aburridos, y reaccionaríamos precisamente como los pasajeros del cochero en el relato. La voz imparcial de Chéjov, sin embargo, imbuye a ese hombre de dignidad. Absorbemos la compasión del autor por él, y nos conmueve en lo más hondo, si no la muerte del hijo, el hecho de que el viejo termine hablando con el caballo”.

Curioso ejercicio de metaliteratura en el uso de la tercera persona que Berlin utiliza con maestría para llevarnos a su terreno.

Dentelladas de tigre

“Estoy de casi cuatro meses. Para Joe fue el colmo que me quedara embarazada otra vez.
- ¡Será el colmo para ti, cabeza de chorlito! Maldita sea, ¿se puede saber qué vas a hacer? No creas que tus padres van a ayudarte. Tu madre va a suicidarse una y otra vez cuando se entere de esto”.

Una reunión familiar. Un aborto en una clínica clandestina. Ejemplo de la capacidad de LB, para aunar la belleza y la oscuridad en una misma historia.

Buenos y malos

“Cine y baile en casa de Marcelo Errázuriz. Vermú, copitas de consomé en la terraza, fragantes jardines de fondo. Una cena de seis platos que empezaba a las once. Todos se burlaban de mis días con la señorita Dawson, me rogaban que les explicara adónde iba. A mí no me apetecía hablar de eso, ni con mis amigos ni con mis padres. Recuerdo que alguien bromeó sobre mis “rotos”, como llamaban entonces a los pobres. Me sentí cohibida, consciente de que en el salón había casi tantos sirvientes como invitados”.

Recuerdo de su adolescencia, nos presenta a la señora Dawson: una excéntrica profesora-misionera, un personaje inolvidable, a la que acompaña los sábados a visitar a los más desfavorecidos mientras que entre semana vive una vida completamente opuesta entre la clase alta en Chile.

Inmanejable

“Pasó la colada de la lavadora a la secadora. Estaba batiendo el concentrado de naranja para preparar zumo cuando Joel entró en la cocina, restregándose los ojos.
- No tengo calcetines ni camisa.
- Hola, cariño. Toma unos cereales. Cuando termines de desayunar y ducharte, la ropa estará seca le sirvió un vaso de zumo, y otro a Nicholas, que estaba callado en silencio junto a la puerta.
- ¿Dónde demonios has conseguido licor? – le empujó al pasar y se sirvió cereales. 
Trece años. Era más alto que ella.
- ¿Podrías devolverme la cartera y las llaves del coche? – le preguntó.
- La cartera sí. Te daré las llaves cuando vea que estás bien.
- Estoy bien. Mañana volveré al trabajo.
- Ya no eres capaz de dejarlo sin ir al hospital, mamá”.

Este párrafo debería estudiarlo cualquiera que se quiera dedicar a escribir, como ejemplo de cómo contar y dar información mostrándola y no explicándola. Este cuento, uno de los más crudos, repasa los recuerdos de los años como alcohólica de la narradora. Abre mezclando lo lírico y lo vulgar al más puro estilo LB: “En la profunda noche oscura del alma, las licorerías y los bares están cerrados”.

Penas

“¿De qué hablarán esas dos todo el rato, si puede saberse? – le preguntó la señora Wacher a su marido mientras desayunaban”.

Este cuento es uno de mis favoritos, y una auténtica virguería por cómo está construido. A través de la mirada de terceros (veraneantes de un hotel), vemos como dos hermanas pasan unos días de asueto. Una tiene un dolor visible que le oprime. La otra, oculta su dolor para ayudarla. Una barbaridad.

Panteón de dolores

“Hemos recordado tus bromas y tu forma de mirar, sin que nunca se te escapara nada. Eso nos lo diste. La mirada.
No el don de escuchar, en cambio. Nos concedías cinco minutos, quizá, para explicarte algo, y luego decías: “Basta”.

La madre de Berlin es un fantasma que se aparece a menudo entre las páginas de estos cuentos. Alcohólica y distante, nunca tuvieron una buena relación.

Silencio

“Nunca he hablado mucho de ese colegio. No me importa contar cosas terribles si consigo hacerlas divertidas”.

Recuerdos del colegio en El Paso, Texas, viviendo con los abuelos maternos. Es uno de los cuentos más redondos de Berlin, repleto de personajes memorables (la familia siria vecina donde la cuidaban más que en su casa, su tío John. El final es perfecto.

Mijito

“Estoy aprendiendo inglés, pensé. Empecé a repasar todas las palabras que sabía. Juzgado, Kentucky Fry, hamburguesa, adiós, grasiento, negro, imbécil, ajá, pañales, ¿cuánto?, hay que joderse, niños, hospital, basta, cállate, hola, lo siento, General Hospital, All My Children, hernia inguinal, preoperatorio, posoperatorio, Geraldo, cupones de alimentos, dinero, coche, crack, policía, Miami Vice, José Canseco, indigente, preciosa de verdad, ni lo sueñes, discúlpeme, lo siento, por favor, por favor, basta, cállate, cállate, lo siento. Santa María madre de Dios reza por nosotros”.

A través de la técnica de usar varios puntos de vista (una madre adolescente mexicana que acaba de llegar a Estados Unidos y cuyo marido ha sido encarcelado, una enfermera de una clínica que trata su bebé), la autora demuestra tanto una gran empatía como un experto manejo de las técnicas narrativas.

Y llegó el sábado

“El trayecto del calabozo municipal a la cárcel del condado pasa por la cima de las montañas sobre la bahía. La avenida está bordeada de árboles y aquella última mañana se veía brumosa como una pintura antigua. Solo el ruido de los neumáticos y los limpiaparabrisas. Nuestros grilletes tintineaban como instrumentos orientales y los prisioneros, con sus uniformes naranjas, se mecían acompasadamente como monjes tibetanos”.

Otro de mis grandes favoritos. Un relato carcelario muy poco habitual. Hay historias en los que el alter ego de la escritora es protagonista, y otros, como esté, en el que es un personaje secundario de presencia soterrada. Una profesora de escritura creativa da clase a un grupo de presos. Aquí se mezcla la metaliteratura con la propia vida de los presos. Una pasada.

BF y yo

“B.F. estaba agarrado a la pared y a la baranda, jadeando y tosiendo después de subir los tres escalones. Era un hombre enorme, alto, muy gordo y muy viejo. Incluso desde fuera, mientras recobraba el aliento, noté su olor. Tabaco y lana sucia, sudor rancio de alcohólico. Tenía unos ojos azules de querubín inyectados en sangre, y sonreía con la mirada. Me gustó de entrada”.

Un delicioso relato de como la protagonista contrata a un chapuzas, un hombre mayor, para que le ponga las baldosas del baño. Lo he elegido como ejemplo de que muchas veces no hace falta una gran trama para contar una historia universal y maravillosa.

Bueno, podría seguir, pero os dejo el turno a vosotros. ¿Habéis leído algo de Lucia Berlin? ¿Qué os parece?

“Cuando hay verdad emocional, a continuación sigue el ritmo, y creo que la belleza de la imagen, porque ves con claridad. Por la sencillez de lo que ves”


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