Petite Maman es una película a la vez sencilla y misteriosa, como la mirada de los niños. En apenas una hora y doce minutos Céline Sciamma nos habla de la relación entre una madre y su hija. Lo logra con más imaginación que efectos y con un magistral dominio del espacio. Como señala Anthony Lane en su crítica para New Yorker la película "apela a esa fascinación universal que rara vez se explora: nuestro deseo secreto, cuando somos niños, de saber cómo eran nuestros padres cuando tenían nuestra edad y de preguntarnos, no sin inquietud, si eran como nosotros".
Céline Sciamma, la directora y guionista, se ha dado a conocer con películas que retratan en clave femenina ese rito de paso que va de la niñez a la adolescencia. Obras como Water Lillies (2007), Tomboy (2011) o Girlhood (2014). Más reciente es Retrato de una mujer en llamas (2019), con la que ganó el premio al mejor guión en el Festival de Cannes.
Las dos niñas protagonistas, Joséphine y Gabrielle Sanz son hermanas en la vida real. Una idea que estaba presente desde el principio en el proyecto era abolir la relación jerárquica que a menudo se da inevitablemente entre madres e hijas. El hecho de que sean gemelas permite una cercanía en la pantalla que traspasa lo actoral. A este respecto hay que decir que Sciamma, que tiene bastante experiencia trabajando con niños, ha dejado mucho espacio a que las dos se sintieran cómodas y pudieran actuar de forma espontánea. (Hay una escena deliciosa en la que las dos preparan una receta de crêpes que es pura improvisación).
"Tú no has inventado mi tristeza"
En su retrato del misterioso mundo infantil donde los límites entre imaginación y realidad se suspenden, me ha recordado a la maravillosa Cría Cuervos del maestro Saura, en la que la pequeña Ana Torrent también encontraba un puente con el que hablar con su madre más allá del mundo de los adultos.
Petite Maman fue rodada durante la pandemia y la idea original surgió de un sueño que tuvo la directora en la que dos niñas de unos ocho años construían una cabaña, dándose la característica de que una de ellas era la madre de la otra. Las escenas que tienen lugar en la naturaleza fueron rodadas en la ciudad donde creció Sciamma, en los bosques donde ella jugaba de niña "Deseaba crear una cartografía imaginaria, y me pareció más fácil partir de un sitio conocido para convertirlo en un espacio fantasmal de una manera sencilla. Estaba además la cuestión del trayecto entre las dos casas, que en realidad son la misma. Crear ese camino imaginario es el trabajo del cine".
Para mi la película habla sobre todo de la empatía, de la necesidad de comunicación. De encontrar ese camino secreto que nos lleva al otro, de consolar lo inconsolable mediante la presencia. Al terminar, uno puede decidir si ha visto una fábula, una historia de ciencia ficción con viajes en el tiempo, o el intento de una niña por entender a su madre (y viceversa). Esa indefinición y ambigüedad que en otro caso podría ser decepcionante, aquí resulta de lo más sugestiva. De lo que no hay duda es que hacia el final la relación entre madre e hija ha cambiado para siempre, como lo demustran las dos últimas palabras que ambas se cruzan.
En estos días en los que en la cartelera abundan películas con metrajes abultados e ínfulas de grandeza, Petite Maman consigue emocionar haciendo de la contención y lo pequeño su mejor virtud. Quizás no es una película para cualquiera. Pero a quien conecte con ella le llegará al alma, como me ha llegado a mí.
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