martes, 22 de julio de 2025

Alguien dice tu nombre, de Luis García Montero: Aprendiendo a mirar

Era mi primer trabajo serio. La persona que me enseñaba iba delante de mi mientras pásabamos casa por casa. Personas mayores en diferentes grados de dependencia nos aguardaban. Nuestra misión era ayudarles: facilitar su movilidad, el aseo personal, hacerles la compra o incluso limpiarles la casa. Los fines de semana eran diferentes a los servicios que tenías entre semana, a los que conocías bien. Cuando llegabas a esas casas por primera vez tenías que hacerte rápidamente cargo de la situación y de los recursos a tu alcance, que muy pocas veces eran los ideales. Este rápido vistazo te informaba de dónde podías encontrar los materiales que necesitabas, qué parte era la mejor para levantar a la persona, dónde anclar la silla de ruedas o cómo acceder más fácilmente al baño. Para todo esto hacía falta mirar. Pero mirar no es lo mismo que ver. Los primeros días mis ojos no estaban entrenados aún para fijarme en lo que tenía que observar. Y sin saber qué mirar es imposible ver. 

“La experiencia es el mayor alimento de la mirada. Aprender a escribir es aprender a mirar”. Un profesor de literatura le dice estas palabras al protagonista León Egea en Alguien dice tu nombre, del escritor y poeta Luis García Montero, una novela sobre las primeras veces y el entrenamiento (que nunca termina), en el arte de mirar. 

Es el verano de 1963: León Egea, estudiante de filología, empezará a trabajar en la editorial Universo como vendedor de enciclopedias. También vivirá su primera historia de amor y comprenderá que el porvenir requiere de compromiso. Es hora de ocupar su lugar en el mundo de los adultos.

Luis García Montero (Granada, 1958), es probablemente mi poeta vivo favorito. Lo empecé a leer en mis veinte, momento en el que los dos compartíamos ciudad y él era profesor en la misma facultad donde estudiaba yo (Filosofía y Letras). Os confieso que asistir a una clase suya de literatura se ha quedado entre mis planes pendientes en esta vida. García Montero se fue más tarde a Madrid, atraído por su gran amor, la escritora Almudena Grandes, fallecida en 2021. Es difícil exagerar la importancia cultural de este escritor y poeta, de cuya influencia en el mundo de la cultura dan fe sus amigos: Joaquín Sabina, Joan Manuel Serrat, Ismael Serrano, Juan Diego Botto, Miguel Ríos, Felipe Benítez Reyes y tantos otros en el documental Aunque tú no lo sepas.

Para mí hubiera sido muy fácil escoger alguno de los libros de poemas del escritor (Completamente viernes, Diario cómplice, habitaciones separadas...) a la hora de escribir este paralajesPero siempre hay que intentar sorprenderse a uno mismo y se me ocurrió elegir al García Montero que menos conocía: el novelista. 

¿Una biografía encubierta?

"Todo cambia, pero nos quedan los recuerdos. Se levantarán edificios, se asfaltarán los arrabales, se urbanizarán los descampados, pero tú recordarás siempre la geografía de este verano. La realidad es una alegoría de la memoria. Todo lo que nos afecta permanece en nosotros, aunque se pierda en el tiempo".

Me ha parecido vislumbrar al autor tras este León Egea. Son demasiadas coincidencias: los estudios de Filología Hispánica, ese profesor de literatura que le marca (¿Juan Carlos Rodríguez?), la época (el gris tardofranquismo, un país anquilosado y ensimismado que sin embargo, empieza poco a poco a desperezarse...). Claro, echando cuentas, en 1963 García Montero tenía cinco años. Como pronto, hasta 1976, una época muy diferente, no pudo ir a la universidad y experimentar muchas de las cosas que vive el protagonista de la novela. Y sin embargo, tengo la sospecha de que el autor no habla de óidas, de que muchas cosas, o muy parecidas, le ocurrieron a él o a alguien bastante cercano.

Un rasgo de García Montero es su activismo político, ya que como muchos de los poetas que lo influyeron (Alberti, Machado) el granadino nunca ha creído que la poesía deba ser solo "un lujo cultural para los neutrales" en palabras de Gabriel Celaya. Esta idea del compromiso permea la obra de una forma fundamental, aunque prefiero no contaros nada para no estropearos sorpresas de antemano.   

La otra orilla del tiempo

Sea como sea, esta historia de iniciación es una con la que todos nos podemos identificar. Todos vivimos esos ritos de paso al mundo adulto: el primer trabajo, las primeras salidas fuera del espacio familiar, la satisfacción con los primeros logros, esas relaciones que nos cambian la manera de ver el mundo...

Una cosa que me ha gustado especialmente de la novela es cómo refleja esa inocencia rayando en ingenuidad del protagonista. No es fácil situarse en ese estado, el peligro está en visitar el pasado con los ojos conocedores del presente. García Montero consigue por el contrario reflejar muy bien ese momento de la primera juventud en el que andas con pies de plomo en un terreno cuyas reglas aún no conoces.  

Confesaré que me he visto retratado por diversos motivos. Primero porque mi primerísimo trabajo (anterior al que conté al principio), fue como vendedor de enciclopedias (o intento del mismo, porque era malisimo). Los más jóvenes no os lo podéis imaginar, pero las enciclopedias tuvieron una época dorada en los setenta y ochenta. Eran la fuente de información y casi de veneración de muchas familias cuando Internet aún ni se imaginaba. Yo las vendí intenté vender hacia finales de los noventa, (no soy tan mayor), y la verdad, con bastante poco éxito, aunque hay que reconocer que para entonces ya la gente estaba a otra cosa. Sobre aquella época "enciclopedil" y hasta cierto punto entrañable me apetece enlazaros esta fantástica columna de Manuel Rivas

El segundo punto de encuentro tiene que ver con mi querida Granada. No es lo mismo que una novela esté ambientada en una ciudad desconocida a que se sitúe en una en la que, además, también has vivido muchas de las primeras veces que experimenta el protagonista. Cada calle, pueblo, rincón que se cita en la novela invoca mis propios recuerdos.

Quiero concluir con este poema del autor, aunque no tenga que ver con la novela. Al fin y al cabo el protagonista, León Egea, desea llegar a convertirse en un buen escritor, así que me ha parecido una buena idea que su alter ego, el autor, le responda desde la otra orilla del tiempo y la experiencia. 

Recuerda que tú existes tan sólo en este libro,
agradece tu vida a mis fantasmas,
a la pasión que pongo en cada verso
por recordar el aire que respiras,
la ropa que te pones y me quitas,
los taxis en que viajas cada noche,
sirena y corazón de los taxistas,
las copas que compartes por los bares
con las gentes que viven en sus barras.
Recuerda que yo espero al otro lado
de los tranvías cuando llegas tarde,
que, centinela incómodo, el teléfono
se convierte en un huésped sin noticias,
que hay un rumor vacío de ascensores
querellándose solos, convocando
mientras suben o bajan tu nostalgia.
Recuerda que mi reino son las dudas
de esta ciudad con prisa solamente,
y que la libertad, cisne terrible,
no es el ave nocturna de los sueños,
sí la complicidad, su mantenerse
herida por el sable que nos hace
sabemos personajes literarios,
mentiras de verdad, verdades de mentira.

Recuerda que yo existo porque existe este libro,
que puedo suicidarnos con romper una página.

Luis Garcia Montero 

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