jueves, 16 de enero de 2025

Emilia Pardo Bazán, criminóloga

 
Emilia Pardo Bazán (1851-1921) es conocida por ser una de las grandes figuras de nuestras letras. Excelente novelista y cuentista, con una amplísima obra, la escritora gallega fue también dramaturga, editora, periodista, traductora y conferenciante. Y jugó un papel crucial en el avance de los derechos de las mujeres y el feminismo. Hoy por hoy se la podría considerar una "influencer" de primera categoría.

Pero lo que mucha gente no sabe es que también fue una aficionada a la Criminología.

Dos libros de reciente publicación abordan esta faceta de la escritora desde perspectivas diferentes. Uno desde la ficción y el otro desde la realidad, a través de sus artículos de prensa, en los que la autora gallega abordaba con amplios conocimientos y sin pelos en la lengua los crímenes más importantes de su tiempo. 

De estas historias reales sacaba material para algunos de sus relatos de corte policíaco. No debemos obviar que la primera novela policíaca como tal en lengua española es suya: La gota de sangre.

Emilia Pardo Bazán como creadora de ficción detectivesca

"¿Cómo se explica usted que no aparezca el señor de Ariza? - me preguntó huraño.
- O él se esconde bien, o ustedes lo buscan mal - fue mi respuesta". 
(La gota de sangre)

Pardo Bazán no llegó a conocer a Miss Marple ni a Hércules Poirot de Agatha Christie, pues los dos se publicaron después de su muerte. Pero sí conoció al Sherlock Holmes de Arthur Conan Doyle. Y ojo, no le convenció lo más mínimo...

Y es que la autora consideraba que las obras de Conan Doyle siempre siguen una misma fórmula invariabale: "dijérase que habiendo observado cuánto gusto dio a los señores la anterior historia, se esmera en volver a narrarla, con solo las variantes necesarias para cobrar por ella un buen puñado de chelines, mejor dicho, de libras". La autora considera que las historias del famoso detective son frías, sin profundidad psicológica, demasiado pendientes de no salirse de la moralidad o cometer alguna incorrección. En ellas nunca se desliza una frase escabrosa o el terrible elemento pasional, tan presente en el crimen real.

El investigador (aficionado) de Pardo Bazán en La gota de sangre, Ignacio Selva, es todo lo contrario. Dandy, pendenciero, utiliza todas las tretas a su alcance, juega abiertamente con la policía, y mantiene una ambigüedad moral hasta el final.  

Recientemente se ha publicado el libro Los Misterios de Selva, que recopila esa novela y otra, inédita, protagonizada por el mismo personaje. A ellos hay que sumarle multitud de cuentos cortos en los que la trama se centra en un crimen o misterio a resolver. El esqueleto, La puñalada, Nube de paso, El aljófar...entre otros. Muchos de estos cuentos estaban basados en parte en crímenes reales de su tiempo. 


Emilia Pardo Bazán como criminóloga

A Emilia le gustaba examinar con sus propios ojos el escenario del crimen, hablar con los vecinos o cualesquiera testigos presenciales que pudiera haber. Y por supuesto, sacar sus conclusiones, entre ellas: el móvil del delito.

Me gusta imaginarla acercándose al lugar con su rotunda figura, sus elegantes modales de aristócrata y husmear en esos ambientes muchas veces un tanto turbios, en ese Madrid de finales del XIX.

Pardo Bazán no dejaba títere con cabeza, criticaba a los investigadores que muchas veces no actuaban con la profesionalidad deseable. Hablaba con conocimiento de causa:  Había leído a los autores más importantes de su tiempo y estaba a la última de las primeras teorías de la naciente ciencia criminológica.

¿Y cómo se investigaba entre finales del s. XIX y principios del XX?

Tres reconocidas figuras, fundadoras en 1880 de la Escuela de Criminología (Scuola Positiva): LOMBROSO (1835-1909), GARÓFALO (1851-1934) y FERRI (1856-1929) empiezan a estudiar el hecho delictivo con el método científico, desde diferentes ángulos. 

El médico y psiquiatra Cesare Lombroso se centró en el criminal, al que presenta por primera vez como posible víctima de sus circunstancias y no solo único responsable de su voluntad. Su teoría del "reo nato" era que existían individuos que por características biológicas detectables a través de la forma del cráneo o la fisonomía, nacían delincuentes. Hoy por hoy esta teoría determinista está superada, y Pardo Bazán tampoco creía mucho en ella. Durante esa época muchos abogados defensores intentarán evitar la pena afirmando que sus defendidos "no eran responsables de sus acciones".

Por su parte, Enrico Ferri se centra en los condicionantes sociales u considera que las causas psicológicas son más importantes en el desarrollo de la conducta delictiva en el individuo. Abogaba por el estudio del delito en relación con los individuos y la sociedad, no con abstracciones lógicas.

Por último, En 1885 Raffaele Garófalo acuña el nombre de la nueva ciencia con el título de su libro: La criminología. Estudio sobre la naturaleza del crimen y teoría de la penalidad. Su preocupación será definir el concepto de delito desde un punto de vista científico buscando causas y métodos de prevención del mismo.

En cuanto a la investigación criminal, Alphonse Bertillon fue muy importante. El policía francés desarrolló la antropometría, un sistema que se basaba en la medición de varias partes del cuerpo y la cabeza, marcas individuales, tatuajes, cicatrices y características personales con el fin de identificar a los delincuentes. A él se debe el "retrato hablado" con las posturas de frente y de perfil. 

En España se considera el año 1911 como fecha del inicio de lo que hoy se conoce como Policía Científica. No es de extrañar que en multitud de casos, los vecinos, los curiosos, tocaran todo en el lugar del crimen antes de la llegada del juzgado. Los investigadores no solían tampoco hacer un trabajo sistemático. A este respecto, Emilia sabía que en la escena no se podía tocar nada y sí observar todo: 

"los primeros instantes de cometerse un crimen son preciosos, nada debe desperdiciarse, desde el estudio psicológico de las emociones, reveladas por las voces y los semblantes, hasta las huellas más leves de los actos en los objetos inanimados y en los cuerpos, no hay insignificante pormenor que no pueda, más adelante, adquirir importancia, ser un rayo de luz, quizá la clave del problema".

Pero además, a Pardo Bazán le gustaba comentar los pormenores desde su tribuna en la prensa escrita, dando sus opiniones que, como siempre fue ella, eran libres y a veces a contracorriente de la sociedad del momento. 

¡Y qué sociedad! En uno de los crímenes más sonados, el del pintor Juan Luna, que mató a su mujer por celos además de a su suegra y a un cuñado, éste no solo es absuelto y sale de la cárcel como un héroe, sino que se permite el lujo de enviarle una carta abierta a Pardo Bazán que se publica en La Época para afearle que ella no considerase el suyo como un crimen de honor.

La autora estaba muy en contra de ese concepto eximente del "crimen por amor":

"En estos últimos años adviértese en los tribunales una propensión que va erigiéndose en costubmre, a absolver los delitos y crímenes de pasión. De cada diez delitos pasionales, recae sobre nueve el veredicto absolutorio. Diríase que las alitas de Cupido protegen a los reos, los abanican y hacen sombra. El amor rabioso y frenético hallan abiertas las fronteras de la Justicia".

De hecho, Pardo Bazán carga a menudo en contra de lo que ella denomina "mujericidio" un concepto que hoy bien podríamos considerar como el precedente de "violencia de género":

"El "mujericidio" siempre debiera reprobarse más que el homicidio. ¿No son los hombres nuestros amos, nuestros protectores, los fuertes, los poderosos? El abuso de poder, ¿no es circunstancia agravante? Cuando matan a mansalva a la mujer, no debería exigírseles más estrecha cuenta? Así como el cura del Castillo de Locubín creía que por ser sacerdote no iría al patíbulo, el hombre, en general, cree vagamente que por ser hombre tiene derecho de vida y muerte sobre la mujer..."

Los crímenes de Fuencarral, el del Pinar de Pericote, el de la Calle Mayor, el del Canesú, son algunos de los icónicos sucesos que Pardo Bazán escudriñó. Marisol Donis, que se hizo criminóloga después de regentar su propia farmacia durante veinte años, lo cuenta con abundante contexto histórico e interesantes anécdotas en su libro Emilia Pardo Bazán y su fascinación por la Criminología.

Emilia Pardo Bazán como personaje de ficción 

"Raro será el criminal que no ronde los lugares donde ha delinquido. La misma zozobra de la persecución les incita a llegarse donde suponen que sucede algo que puede importarles. Hay un anzuelo clavado en su alma, y el misterio tira del cordel y les atrae. Son peces asegurados por el Pescador..."
(La gota de sangre)
 
Finalmente, la última novela de Carmen Posadas El misterioso caso del impostor del Titanic convierte a la propia autora gallega en un personaje de ficción, que ayudará al propio Ignacio Selva que ella inventó en un caso en el que tendrán que descubrir si ante la aparición de un adinerado viajero que se había dado por muerto en el naufragio es él realmente o se trata de un impostor.

¿Por qué le interesaban tanto los crímenes a Pardo Bazán? Como muchos detectives de ficción , la autora también tenía una motivación personal, conectada con su pasado. Algo que no sabía nadie pues jamás lo contó. Investigaciones posteriores pudieron aclarar ese "origen secreto".

Pero no os lo voy a contar, porque no quiero hacer espóilers del último capítulo del libro de Marisol Donis donde se revela el secreto. Os animo a que lo leáis si os interesa el personaje, no os arrepentiréis. 

Publicación en La Esfera, año 1914

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