“Mis amigos de entonces,
Aquellos que leíais mis versos
y escuchabais mi música:
Luis, Jorge, Rafael,
Manuel, Gustavo…
¡y tantos otros ya perdidos!
Enrique, Pedro, Juan,
Emilio, Federico…,
¿por qué este hueco entre las dos mitades?
“Mis amigos de entonces” extracto del poema de Josefina de la Torre.
Leyendo sobre las vidas de esta otra mitad de la Generación del 27, injustamente olvidada no solo por los que vinieron detrás sino por sus propios compañeros de generación, con los que compartieron experiencias, libros, exposiciones, tertulias… He sentido dos cosas principalmente.
Una, la extraña noción de cercanía, de conocer a estas personas, sin conocerlas. De poder identificarme con sus experiencias y sentir – no os lo oculto – un deseo enorme de haber podido colarme en algunas de aquellas reuniones, tertulias, salidas nocturnas…
En segundo lugar, me he imaginado la impotencia enorme que sin duda sintieron, cuando ese accidente histórico llamado Guerra Civil irrumpió en sus vidas, paralizando sus planes, sus ilusiones. Hay un antes y un después de ese acontecimiento y cada mujer, cada integrante de las Sinsombrero, lo vivió a su manera.
Maria Zambrano, la filósofa comprometida
Filósofa (1904-1991)
Estamos en medio de la huelga estudiantil de 1929, en que los universitarios y muchos simpatizantes salen a la calle por primera vez para manifestarse contra la dictadura de Miguel Primo de Rivera y la monarquía. El ambiente en las calles en Madrid es de gran agitación. María (Zambrano), está en su casa, convaleciente de una tuberculosis, pero aun así recibe a multitud de personas de la FUE (Fundación Universitaria Española), sindicato estudiantil que protagoniza parte de las protestas.
Ante este ir y venir de personas en su domicilio, a las dos de la tarde una pareja de policías de la secreta llaman a la puerta y piden hablar con el padre de familia. Le dicen que “con su permiso” proceden a hacer un registro, a causa de su hija “muchacha seria, pero un poco inquieta”. Muy respetuosos van creciendo en asombro al examinar los libros de su biblioteca, que les parecen abrumadores en número y materia. “¡Pero qué cosas lee usted, señorita!” Y entre todos, eligen para llevarse “detenido” un libro propiedad de su padre, con el sospechoso título de “la cuestión social”. Contiene las encíclicas papales sobre esta materia…
María Zambrano ha sido de las pocas mujeres de esta generación plenamente reconocidas por la intelectualidad española después de la dictadura: recibió los premios Príncipe de Asturias (1981) y Cervantes (1989), además de numerosas distinciones de instituciones nacionales y extranjeras. Eso no quita para que a su manera, sea también una gran desconocida…
Zambrano nace en 1904 en Vélez-Málaga. Sus padres son maestros. En 1909 su padre es nombrado director del colegio San Esteban de Segovia, ciudad a la que se traslada la familia. Su padre será muy importante en la formación intelectual de la filósofa. Hombre de fuertes valores liberales, en Segovia se convierte en una figura importante de los movimientos más progresistas y se hará amigo de Antonio Machado cuando este ocupe una plaza de profesor de francés en la ciudad castellana. Juntos ponen en marcha la Universidad Popular de Segovia proyecto que pretendía difundir la cultura entre las clases trabajadoras, un claro precedente a las Misiones Pedagógicas de la República. La poesía de Machado impactará y mucho en la futura obra filosófica de Zambrano, a través de la idea de la razón poética, fusión de razón y emoción que busca comprender la realidad de manera más profunda y completa.
Con trece años María conoce al gran amor de su vida: su primo Miguel Pizarro Zambrano. Miguel, que vive en Granada, participa de forma muy activa en los ambientes culturales de la ciudad siendo amigo íntimo de Lorca. Dos años más tarde su novio, ya licenciado, se trasladará a Madrid, siendo redactor del diario El Sol, y entrando en contacto con los poetas de la generación del 27. María sueña con formar parte de ese ambiente y vivir junto a él en la capital. Muchos años más tarde, ante la muerte de Miguel, Zambrano le escribirá a Jorge Guillen: “El me llevó al mundo de la poesía y de la belleza. Mi padre me había llevado siempre por el camino de la filosofía. Yo he buscado la unidad, la fuente escondida de donde salen las dos, pues a ninguna he podido renunciar”.
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Algunas de las obras más importantes de María Zambrano |
Lo cierto es que la pareja no lo tuvo fácil, pasaron muchos años separados, ya que su padre se opuso al matrimonio por cuestiones de consanguineidad. Los jóvenes se despiden, Miguel irá a Japón como profesor de español y María se matriculará en la Universidad como alumna libre de filosofía. Una depresión le impide en un primer momento acudir de forma presencial a las clases. La cosa cambia cuando la familia se traslada a Madrid en 1926 y María se matricula en el doctorado de filosofía, esta vez de forma presencial. Sin embargo, los filósofos eran por decirlo suavemente, unos tipos curiosos: “apenas formaba parte de la vida estudiantil; eran muy pocos y no formaban grupo entre sí ni ligaban con nadie, eran cada uno, con su pequeña, a veces grotesca, individualidad que llamaba la atención a los alumnos de las vecinas facultades; no siendo infrecuente que se congregasen a verlos salir de una de las clases de Estética, que tenía lugar en una especie de cripta de donde subían en procesión por la estrecha escalera; eran tipos raros…” Ahora imaginad como la verían a ella, que encima era una mujer.
En la facultad María tiene como profesores a algunas de las mayores eminencias de la filosofía española del siglo XX: Ortega y Gasset (de quién se dice será su mejor discípula), Xavier Zubiri, Manuel Garcia Morente… Ortega pronto la invitará a formar parte de las tertulias de la Revista de Occidente, donde conocerá a Maruja Mallo, a Concha Méndez, y a la novelista Rosa Chacel, que será su gran amiga.
Al final de ese curso, María ingresa en la FUE. Allí desarrolla su pensamiento más social y reivindicativo. En 1928 escribe una serie de artículos en el periódico El Liberal bajo el nombre de “Mujeres”. En ellos escribe sin tapujos sobre la nueva mujer moderna y su lugar en la nueva sociedad que se abría camino. María se convierte en vocal de la LES (Liga de Educación Social), que preside Ramón Pérez de Ayala y cuyo objetivo es “el despertar del interés público hacia las cuestiones llamadas sociales, comprendiendo en ellas las modernas ideas acerca de pedagogía, economía, religión, política, etc.” En la conferencia inaugural, celebrada en la Tabacalera, María da una charla bajo el título “El amor fuera del matrimonio”. Paralelamente, y para ganarse la vida y mantener sus gastos universitarios se ve obligada a dar clases de filosofía como profesora de instituto a jóvenes adolescentes. Es en este tiempo en que cae enferma de tuberculosis y tiene lugar la gran huelga de estudiantes de la que hablamos al principio y que pondrá un clavo a la tumba de la dictadura de Primo de Rivera.
En 1929, ya recuperada y con solo veinticinco años, escribe su primera obra: Horizonte de libreralismo. Su presencia cada vez es mayor en los ambientes filosóficos y también en los políticos. Expande cada vez más su círculo social que integra también a los jóvenes artistas y poetas del 27; Federico García Lorca, Rafael Alberti, María Teresa León y Jorge Guillén, junto a otros miembros de la FUE. Pronto se le concede una plaza de profesora ayudante de la asignatura de Historia de la Filosofía en la Universidad Central. Para las elecciones municipales de 1931, María da mítines por toda España a favor de la coalición republicano-socialista. El 14 de abril, ante la victoria de las candidaturas republicanas, Alfonso XIII renuncia y sale de España, desatándose la euforia con la llegada de la soñada República.
María sigue escribiendo y publicando en las mejores revistas y periódicos de la época. Su figura como intelectual está en alza. Desde 1931 hasta 1935 forma parte de las Misiones Pedagógicas, uno de los proyectos más emblemáticos de la República, cuyo objetivo es hacer llegar a cualquier rincón de España, por lejano y recóndito que fuera, las artes y la cultura a través del teatro, la pintura, la música, el cine y la lectura.
Iniciada la guerra en el 36, forma parte de la Alianza de Intelectuales para la Defensa de la Cultura. Muy entregada a la causa, se enrola en el quinto batallón de hierro del ejército rojo, cuya labor se desarrolla en la sección de cultura. Pasa un breve periodo en Chile donde publica Los intelectuales en el drama de España y una antología de Lorca. Viéndose que se va a perder la guerra regresa en 1937 “¿Por qué, si está perdida? Os preguntaréis. Justamente por eso” respondería Zambrano a un periodista. Se traslada a Valencia, donde el gobierno legítimo se había refugiado. Allí es nombrada Consejera de Propaganda y de Infancia Evacuada. A la vez, se incorpora a la redacción de Hora de España, revista mensual escrita por los intelectuales favorables a la República y que fue un altavoz contra el fascismo entre 1937 y 1939.
Finalmente, en 1939, la familia Zambrano es expulsada de España. Su primer destino es París, de allí a México y luego a Cuba, donde coincidirán con Concha Méndez y Manuel Altolaguirre. Zambrano recorrerá gran parte de Latinoamérica dando cursos, seminarios y conferencias. En 1946 muere su madre y se ocupará a partir de ese momento de su hermana de delicada salud. Regresan a Europa definitivamente en 1953, instalándose en Roma. Pasarán tiempos muy duros de precariedad y soledad.
Los cuarenta y cinco años (!) de exilio de María Zambrano se terminan el 20 de noviembre de 1984. Tiene ochenta años. A lo largo de su vida ha publicado más de una docena de libros, centenares de artículos y ensayos sobre arte, literatura y filosofía. Fue la primera gran filósofa de la historia de nuestro país. Muere en Madrid el 6 de febrero de 1991.
María Teresa León, la guerrillera de la cultura
Escritora, dramaturga, directora de cine y activista (1903-1988)
“Leer. Es urgente aprender a leer. Aprendizaje urgente. Hay que borrar el bochorno del analfabetismo español. Hay que afrontar así a los que aún piensan que la palabra escrita debe mirarse con desconfianza”. Ya con la guerra comenzada, Mª Teresa comprende que la cultura es un arma que debe ser utilizada para convencer al pueblo de defender la democracia.
Y lo tomó al pie de la letra: hay que destacar como ejemplo su aportación a la política teatral del gobierno. En 1937 y con Juan Negrín como presidente se intentó relanzar la escena. La idea era que el teatro era una herramienta eficaz para defender la causa republicana. Se crea el Teatro de Arte y Propaganda que dirige Mª Teresa. Estrenó a Lorca, Alberti, Arconada, Valle-Inclán y Dieste, entre otros. No solo era buen teatro, sino que consiguió llenar las butacas de trabajadores y combatientes, que veían en escena los valores que daban razón a su lucha por la libertad. En 1938 se da un paso más al iniciarse las Guerrillas del Teatro. La compañía ambulante, heredera tanto del espíritu de La Barraca como de las Misiones Pedagógicas, realiza ciento diecinueve representaciones en el frente, en un intento de llevar a primera línea del combate un poco de alegría en medio de la crudeza de la batalla.
Mª Teresa León Goyri nació en Logroño en 1903, en el seno de una familia de la alta burguesía. La mala convivencia entre sus padres la llevo a pasar largas temporadas en casas de sus tíos, gente culta con amplias librerías. Con doce años empieza a frecuentar la casa de una prima de su madre, María Amala Goyri, que fue la primera mujer en lograr la Licenciatura en Filosofía y Letras y el título de doctora. Su marido era el filólogo Ramón Menéndez Pidal y ambos sentaron las bases de la tradición romancera española. Por supuesto, fueron una estimulante influencia para Mª Teresa. Como curiosidad del ambiente en el que se vio rodeada desde muy joven, el día de su primera comunión recibió como regalo una novela dedicada… por la Condesa Emilia Pardo Bazán.
En 1920, con diecisiete años, se casa con Gonzalo de Sebastián. Con el tendrá dos hijos, pero pronto el marido se convierte en un hombre castrador que la obliga a someterse a una vida tradicional y sumisa. Al morir su padre, decide abandonar a su esposo. Esto sucede en 1922, una época en la que el hecho de que una mujer abandonara el hogar conyugal era algo casi delictivo. Mª Teresa tuvo que pagar un altísimo precio, ya que su marido, como venganza, se marchó impidiéndole ver a sus hijos. Por ese motivo, aguanta hasta 1928, pero finalmente le acabará dejando definitivamente.
En 1924 empieza a colaborar con el Diario de Burgos, escribiendo artículos en los que habla de cultura y de la situación de la mujer. Lo hace en principio bajo pseudónimo, dado el carácter cerrado de la sociedad burgalesa en ese momento.
En 1928 llega a Madrid después de su separación y se instala en la casa de sus tíos Menéndez Pidal Goyri. No tarda en entrar en contacto con el ambiente cultural del momento y leer a los jóvenes poetas que están despuntando. Se vuelve asidua del Lyceum Club. En ese año publica Cuentos para soñar, un recopilatorio de relatos infantiles.
En 1930 su vida cambia para siempre al conocer al que será su gran amor, Rafael Alberti. No lo tendrán fácil al principio: su relación escandaliza a todo su círculo, primero porque Alberti ha dejado plantada a Maruja Mallo, su pareja en los últimos cinco años, y segundo, y sobre todo, porque María Teresa aún era una mujer legalmente casada. Pero ajenos a las críticas iniciarán una vida en común y ya nunca se separarán. Alberti y León se ayudan e influyen mutuamente en sus proyectos literarios. Poco después de la proclamación de la República, Alberti es becado para estudiar el movimiento teatral europeo, lo que llevará a la pareja a visitar Francia, Dinamarca, Noruega, Bélgica, Holanda, la URSS y Alemania, donde coincidirán con Rosa Chacel, otra de las Sinsombrero. En esta última estancia en Berlin serán testigos de la expansión del partido nazi y en la Unión Soviética entrarán en contacto con los valores revolucionarios. Se entregarán a partir de entonces a una vida combativa en lucha contra el fascismo.
En 1933, ya de regreso a España, Mª Teresa se divorcia finalmente de su primer marido, aprovechando las nuevas políticas de la República, y se casa con Alberti. Se afilian al Partido Comunista. Se publica la revista Octubre. Órgano de los Escritores y Artistas Revolucionarios, que dirigirán ambos y que se editará durante un año. En ella la escritora empieza a incluir sus valores revolucionarios en su obra, a través de obras de teatro como Huelga en el puerto.
En 1934 viajan de nuevo a la Unión Soviética para asistir al Primer Congreso de Escritores Soviéticos. Allí coinciden con Pasternak, Gorki, Louis Aragon y altas personalidades del panorama cultural y revolucionario europeo. Su estancia allí coincide con la Revolución de Asturias del 34 y se enteran de que la policía les anda buscando por su filiación comunista, lo que hace que posterguen su regreso.
Una vez acabado el bienio radical-cedista, los repudiados logran e volver a España. Lo vivido durante este pequeño exilio configurará su compromiso y hará que a partir de ese momento su vida y su obra literaria se vuelvan inseparables.
El 18 de julio de 1936 sorprende al matrimonio en Ibiza. Rápidamente deben esconderse en el monte y viven allí en condiciones extremas durante veinte días. Gracias a los habitantes consiguen sobrevivir hasta que la isla es tomada de nuevo por las fuerzas republicanas y pueden volver a la península. A su llegada a Madrid, como hemos dicho al principio, la escritora se entregaría por completo a la defensa del gobierno legítimo.
Pronto las primeras pinturas estuvieron listas para su traslado: “Las Meninas, de Velázquez y el Carlos V, de Tiziano, estaban protegidos por un inmenso castillete de madera y lonas. Soldados del V Regimiento y de la Motorizada rodeaban los camiones, esperando la orden de marchar. Rafael, tan poco amigo de improvisaciones, trémulo de angustia, detuvo la mano de un soldado que encendía un cigarro: No, eso, no. Y habló con voz cortada de miedo, diciéndoles a aquellos jóvenes combatientes que iban a salir hacia Levante, entre la niebla y el frío, que los ojos del mundo estaban mirando, que el gobierno confiaba a su custodia un tesoro único, que los defensores de Madrid respondían ante la Historia de las Artes del Museo a ellos confiado. Se produjo un gran silencio. Los motores se pusieron en marcha. (…) Y empezó la noche más larga de nuestra vida. Aparecieron los aviones y bombardearon no sé qué barrio. El teléfono iba dándonos la situación de los cuadros en cada alto del camino. El responsable de la caravana llamaba para decirnos: Todo va bien. Pero al pasar el puente de Arganda fue necesario bajar los cuadros y hacerlos cruzar a hombros al otro extremo, pues el andamiaje era demasiado alto. Seguía sonando el teléfono: Todo va bien. Los pueblecitos del tránsito parecían despertarse para irse pasando de mano en mano aquel tesoro, que era su tesoro, el tesoro nacional de su cultura, de la que antes nadie les había hablado. (…) Ellos no durmieron ni nosotros tampoco.
El traslado fue un éxito, y si queréis saber más del mismo, os recomiendo el excelente documental “Las cajas españolas” que podéis ver aquí.
María Teresa y Rafael Alberti estuvieron en la resistencia madrileña hasta el final, pero en febrero de 1939 deciden marcharse a Alicante, y en marzo de ese mismo año viajan rumbo a París. Allí coinciden con Pablo Neruda, Delia del Carril y Picasso. En 1940 se embarcan rumbo a Argentina, allí nacerá un años más tarde su hija Aitana. Comienza un largo exilio que durará treinta y siete años. Durante estos años María Teresa publica más de dieciocho obras entre novelas, obras de teatro, cuentos, ensayos, guiones de cine y su magnífica autobiografía: Memorias de la melancolía, uno de los mejores testimonios sobre esa generación.
Lo cierto es que su importancia histórica y literaria fue oscurecida por la de su marido Rafael Alberti, y también por el Alzheimer que padeció en sus últimos años. Maria Teresa León muere en Madrid el 13 de diciembre de 1988. En su lápida figura el siguiente verso escrito por su gran amor, Alberti: “Esta mañana, amor, tenemos veinte años”.
Ernestina de Champourcín, la poeta que nadó a contracorriente
Poeta (1905-1999)
“¿Por qué no podemos ser nosotras, sencillamente sin más? No tener nombre, ni tierra, no ser de nada ni de nadie, ser nuestras, como son blancos los poemas o azules los lirios”
Siempre luchando por ser ella misma, siempre a contracorriente. Tuvo que romper barreras con su familia por ser progresista y republicana, con la sociedad literaria por ser mujer, en la guerra por el estigma de venir de una familia aristocrática, y finalmente la cerrazón de muchos compañeros que la rechazaron por su fe.
Ernestina Michels de Champourcín y Moran de Laredo nació en Vitoria en 1904. Recibe una esmerada educación que le permitió entre otras cosas hablar perfectamente el inglés y el francés y adquirir una amplia cultura. Al acabar los estudios secundarios, sus padres le animan a inscribirse a la universidad, eso sí, con la condición de que vaya acompañada por un adulto, condición que rechaza. A pesar de ello, se las ingenió para participar activamente en los círculos intelectuales de Madrid. Pronto descubre que la poesía y la escritura es a lo que quiere dedicar su vida.
No lo va a tener fácil. En 1923 empieza a publicar en las revistas Manantial, Cartagena Ilustrada, o La Libertad. Comienza también a frecuentar ambientes y círculos políticos y sociales que le abren la mente a un mundo diferente a aquel fuertemente tradicional y acomodado del que proviene.
En 1926 se inaugura el Lyceum Club Femenino. Una institución que será muy importante ya que es el primer club feminista y cultural abierto en España, un lugar clave para el intercambio cultural y redes de apoyo mutuo de las mujeres. Será el lugar de importantes actos públicos y uno de los centros de reunión del grupo de las Sinsombrero. A pesar de sus ganas, Ernestina no formará parte del grupo fundacional, ya que sus padres no se lo permiten. Pero en cualquier caso, acudirá muy frecuentemente y será una de sus socias más activas. También sufrirá como propios los frecuentes intentos de boicot al club por parte de los medios más retrógrados, que a punto estuvieron de hacerles cerrar.
Este mismo año, publica su primer libro de poemas: En silencio. Tendrá una gran acogida ante la crítica, aunque no gustó a su entorno más cercano: “Mi primer libro en el 26. Mal efecto entre las amistades de entonces. “Bachillera” fue uno de los calificativos que me otorgaron. Hacía tiempo que me sentía distinta, sensación muy desagradable, aunque muchas personas piensen lo contrario. Desde mi amor por los libros me sentía diferente. Era muy molesto, pero después de publicar En silencio la cosa aumentó. No se me olvida el comentario del muchacho que en una reunión de gente joven me espetó de pronto: “No juegas al bridge, no bailas, entonces, ¿para qué sirves?”.
Poco tiempo de la publicación de su primer libro, en una de las estancias veraniegas en La Granja de San Ildefonso, Ernestina conoce a Juan Ramón Jiménez. Surgirá una gran amistad que será de gran importancia para la poeta a lo largo de toda su vida. En las tardes que comparten conversando de poesía, Juan Ramón le habla de los jóvenes poetas que, según su criterio, despuntan en ese momento: Alberti, Lorca, Cernuda, Guillén, Salinas, Aleixandre, Gil Vicente o Carmen Conde. Pronto pasará a formar parte muy activa del círculo de este círculo de los poetas nuevos del 27. Entre ellos tendrá una especial amistad con la escritora Carmen Conde.
En 1928 publica su segundo libro, Ahora. En 1931, La voz en el viento, en la que se rebela contra aquello que se espera de ella como poeta (mujer) de clase alta. También empieza a identificarse políticamente con la República, lo que la alejará de su familia. Y esto sin abandonar su lado más espiritual, ya que desde pequeña tiene una gran fe en Dios. Utiliza su voz poética como forma de expresión de su religiosidad: “Es más bien misticismo; cierto de exaltación que aplico de un modo especial a todas las cosas. Por ejemplo, siento a Dios más cerca al escribir un poema que rezando ante imágenes (…); vuelvo a repetírselo: para mí Dios es la belleza”.
En 1932 Gerardo Diego publica la primera edición de la Antología de la poesía española contemporánea. La lista de poetas que se citan servirá de base con el tiempo para lo que posteriormente se conocerá como la Generación del 27. En esa primera edición no se incluye el nombre de ninguna mujer, pero dos años más tarde, en 1934, se publica la segunda, en la que ya se incluye a Champourcín y a Josefina de la Torre.
En 1936 sale a la luz su cuarto libro de poemas Cántico inútil y su primera incursión en la novela, La casa de enfrente. Justo cuando Ernestina está alcanzando la madurez poética, estalla la Guerra Civil.
En noviembre de ese año, Ernestina y su pareja, Juan José Domenchina, se casan. Su marido forma parte del gobierno republicano y es íntimo amigo de Azaña. Ernestina ayuda por su parte en la Junta de Protección de Menores, pero su origen aristocrático le pondrá en problemas. Ernestina, que estaba decidida a ayudar, entró de enfermera al hospital de sangre. Finalmente, y por la gran amenaza que corren Ernestina y su marido huyen a México en 1939. Allí su marido sufre una profunda depresión y Ernestina tiene que tomar las riendas para poder sobrevivir. Se hace traductora y es tan buena que además de libros traducía en congresos y estaba muy solicitada.
Alejada de la escritura ante la necesidad de trabajar a destajo para sobrevivir, Ernestina encuentra en la religión un nuevo sentido de las cosas que le animará a retomar poco a poco la escritura. Esa llamada a la fe se intensifica de la mano del Opus Dei, en donde la escritora pide la admisión en 1952.
Después de la muerte de su esposo en 1959, se reafirmará tanto su diálogo espiritual como su compromiso a través de su colaboración en actividades de carácter social. Animará a otras intelectuales a abrir revistas literarias y asociaciones, seguramente en recuerdo de su añorado Lyceum Club. También participará en acciones que favorecen el acceso a la cultura de mujeres indígenas.
En 1972 regresa a España, pero nadie la espera. Le cuesta integrarse en ese país que ya no reconoce. Aunque en los siguientes años se reencuentra con viejas amistades, el estigma a causa de su religiosidad vuelve una vez más a alienarla y a distanciarla de los que un día fueron sus amigos.
Ernestina de Champourcín muere en 1999, a los noventa y cinco años. Aunque tuvo cierto reconocimiento, no fue el que se merecía.
Josefina de la Torre, la poeta de los mil registros
(Escritora, poeta y actriz, 1907-2002).
Mi abuela decía que existen muchas vidas dentro de una vida. Desde luego, que se lo pregunten a Josefina de la Torre, que fue entre otras cosas actriz, soprano, compositora dobladora, columnista y guionista… y una de las voces más importantes de la poesía del 27, como incluso Gerardo Diego reconoce al incluirla en la segunda edición de su influyente Antología poética española contemporánea, la única mujer, junto a Champourcín en figurar, lo que es injusto, pero ese es otro tema.
Josefina nace en Las Palmas de Gran Canaria en 1907, en el seno de una familia de la alta burguesía. Con su hermano Nestor, que más tarde será Claudio de la Torre, famoso dramaturgo, novelista y director de cine existe desde la infancia una gran complicidad que estimulará una vena artística precoz. En 1924 Claudio gana el Premio Nacional de Literatura y Josefina le acompaña a Madrid a recoger el galardón. En este primer contacto Josefina conoce a Pedro Salinas, Luis Buñuel, Juan Chabás, Salvador Dalí, Federico García Lorca y Rafael Alberti.
A Josefina se le puede considerar una niña prodigio de la poesía, porque empieza a publicar muy joven. En 1914 empieza a publicar en distintas revistas canarias. En 1924 Margarita Nelken le dedica un artículo donde bajo el título “La poetisa niña” alabando su personalísima y brillante poesía.
En 1927 publica su primer libro de poemas, Versos y estampas. El prólogo se lo escribe nada menos que Pedro Salinas. Las reseñas en la prensa de la época coinciden en el talento y delicadeza de su mirada poética. Es en este año también en que crea en su casa de Las Palmas el Teatro Mínimo, un teatro de cámara, el equivalente insular de El Mirlo Blanco que crearon en Madrid Carmen Monné y Ricardo Baroja.
En 1930 publica Poemas de la isla, probablemente su mejor poemario. Con él a Josefina ya se le considera a una de las poetas más importantes de su generación.
En 1934 debuta como actriz de doblaje. Se traslada a los estudios de la Paramount en Francia para trabajar nuevamente a las órdenes de su hermano Claudio en las adaptaciones de las películas americanas. Empieza el cine sonoro y Josefina, mujer de bonita y educada voz, encuentra fácilmente trabajo. Será allí, en Francia donde coincidirá con Luis Buñuel con quien comparte doblaje en el film Miss Fane´s Baby is Stolen (Un secuestro sensacional). Entre ellos surgirá un romance.
A finales de 1934 Josefina regresa a Madrid donde se instala definitivamente. Es el año en que Gerardo Diego la incluye en su antología de poetas del 27. En ese mismo año debuta como soprano; su concierto en el teatro María Guerrero bajo el título 1900 y acompañada por Cherif al piano levanta el aplauso de la crítica.
Con la llegada de la Guerra Civil en 1936 se interrumpe abruptamente su fulgurante carrera. Josefina se refugiará en Canarias durante la contienda. Pero la fortuna familiar ha desaparecido y su madre cae enferma, razón probablemente por la que Josefina y Claudio deciden no abandonar España. En la isla fundan la editorial La Novela Ideal, donde vemos otra encarnación de los registros y recursos de Josefina al firmar con el seudónimo de Laura de Cominges una colección de novelas románticas. Probablemente lo hace así para no empañar su prestigio de escritora reconocida.
En 1940, con la guerra terminada, los hermanos de la Torre regresan a Madrid. Allí consiguen trabajo en el mundo del cine y de la cultura de posguerra. Durante esa década Josefina llega a ser la primera actriz de la Compañía Nacional María Guerrero. En el cine no trabajará solo de actriz, sino que ejerce de ayudante de dirección y guionista. Como actriz, es una secundaria de lujo, y es dirigida tanto por su hermano (La blanca paloma), como por Jose María Castellvi (El Camino del amor) y Edgar Neville (La vida en un hilo). Su rostro ocupará dos veces la portada de la revista Primer Plano, dedicada al mundo del cine y del espectáculo, donde después, en una nueva reinvención, también colaborará como reportera y entrevistadora.
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Josefina de la Torre en Misterio en la marisma (1944) |
En esa época también conoce al actor Ramón Corroto, con quien se casará y fundará en 1946 la Compañía Comedias, que llegará a estrenar quince obras teatrales. Más tarde trabajará en las compañías de Nuria Espert y Amparo Soler Leal. En la radio presta su voz al programa Teatro Invisible.
En los sesenta, protagoniza junto a Rafael Navarro El Cumpleaños, capítulo de la mítica serie Historias para no dormir, de Chicho Ibañez Serrador, que podéis ver aquí si os pica la curiosidad. En 1980 muere su marido y tres años después Josefina hace su última aparición en televisión en la famosa serie de los ochenta Anillos de oro. La muerte de Ramón la sumerge en una profunda tristeza, lo que llevará a un retiro de la esfera pública de veinte años.
Durante los años ochenta escribe en la soledad de su piso en Madrid un poemario dedicado a su marido que no verá la luz hasta la exposición que conmemora el centenario de su nacimiento en 2007. Finalmente, en 1988 se publica una antología de su obra a cargo de Lázaro Santana en la colección Biblioteca Básica Canaria. Será en él donde se incluirá el poemario inédido Medida del tiempo, que reúne los poemas escritos durante los últimos cuarenta años. En él se encuentra el desgarrador “Mis amigos de entonces” con el que empezamos esta segunda parte, dedicado a sus compañeros de la Generación del 27. Podéis leerlo completo aquí.
Josefina de la Torre murió en Madrid en 2002. Tenía noventa y tres años. Con ella se apagó la última voz poética del 27.
Elena Fortún, la creadora de Celia
Novelista (1886-1952)
Asterix, Tintín, Superman… A menudo, los héroes de ficción no cambian. Viven en un mundo inmutable, con la misma edad, ajenos a los problemas de la gente corriente. Elena Fortún, pseudónimo de Encarnación Aragoneses, creo un personaje, Celia, una niña rebelde e inteligente que interrogaba al mundo de los adultos. Los libros de Celia tuvieron un éxito arrollador, mostrando las simpáticas ocurrencias y travesuras de la protagonista. Pero hay un momento en el que la autora comprende que su criatura de ficción no puede permanecer ajena a la tragedia que están viviendo muchos de los lectores que han crecido con ella. Celia, ahora con quince años, deberá enfrentarse a la guerra civil. Y lo hará en un libro que permaneció años inédito, hasta que la filóloga Marisol Dorao lo descubrió en 1987.
María de la Encarnación Gertrudis Jacoba Aragoneses y de Urquijo, nació el 17 de noviembre de 1886 en Madrid. Hija única de Leocadio Aragoneses, alabardero de la Guardia Real, y de Manuela de Urquijo y Ribacova, descendiente de la aristocracia vasca. Se casó muy joven con Eusebio de Gorbea, un militar de profesión pero escritor y actor de vocación. Encarna precisamente tomó el pseudónimo de Elena Fortún en sus primeras colaboraciones periodísticas de un personaje de una novela de su marido: Los mil años de Elena Fortún Magerit.
Tuvieron dos hijos, el menor de los cuales murió en 1920 con solo diez años, dejando a los padres devastados. El matrimonio sobrevivirá, aunque nunca serán felices, sobre todo Encarna, que albergaba sentimientos por otras mujeres. A pesar de todo, nunca abandonará a su marido, quizás por una mezcla de piedad y cobardía, tal como ella misma confiesa en su correspondencia a sus amigas más cercanas.
El matrimonio decide trasladarse a Tenerife. En la isla Encarna se reencuentra con su amiga Mercedes Hernández, también casada con un militar amigo íntimo de su marido. Las dos familias conviven bajo el mismo techo durante los dos años de estancia en la isla. Este periodo tiene gran importancia ya que años más tarde, Encarnación reconocerá que la familia Díez fue la fuente de inspiración para la creación del universo de Celia. Concretamente, Florinda, la hija de Mercedes, de grandes ojos azules, despierta y soñadora será su modelo para Celia.
De vuelta a Madrid, en 1924, Encarna se apunta, como era costumbre en las mujeres con inquietudes entonces, en diferentes asociaciones femeninas. En especial destaca la de Amigos de los Ciegos, que le hace aprender braille para poder atender mejor a los niños que asisten a la asociación. Y será una de las fundadoras del Lyceum Club en 1926.
Publica en revistas como La Moda Práctica y Royal, Cosmópolis, Crónica o Estampa. Finalmente, en 1928, María de la O Lejárraga, tras leer alguna de sus historias infantiles, le anima a publicarlas y le presenta a Luca de Tena, director de ABC, que le propone colaborar con Gente Menuda, suplemento infantil del dominical Blanco y Negro. Allí nace, el 24 de junio de 1928, Celia Gálvez de Montalbán. Desde el principio se convertirá en un éxito arrollador. La editorial Aguilar adquiere los derechos de publicación y en 1929 aparece en las librerías Celia, lo que dice, que se convierte en un fenómeno editorial. A él le seguirán Celia en el colegio (1932), Celia novelista y Celia en el mundo (1934). Toda una generación de niños devoraba con avidez las aventuras de Celia. Como bien apunta Tània Balló en su libro: “Fortún había conseguido poner en el centro del relato a una niña”. Y para colmo “Celia es un personaje que, lejos de educar a los lectores en la obediencia, rompía constantemente las normas”. Quien no llevó bien el éxito de Celia, fue el marido de Encarnación, que veía con envidia como su mujer superaba con creces su éxito como autor.
Al empezar la guerra, su hijo y su marido se enrolan en el ejército republicano. Encarnación aparca temporalmente la escritura de Celia para volcarse en su faceta periodística. A través de artículos en Crónica denunciará con especial énfasis la situación de los niños, a quienes considera las grandes víctimas de la guerra, dedicando grandes esfuerzos a que las instituciones velen por su seguridad.
A finales del 37, Encarna ha viajado a Valencia y a Barcelona, intentando reunir a su familia, pero a medida que la guerra avanza, los recursos económicos van disminuyendo y se ve obligada a regresar a Madrid y buscarse la vida con nuevas colaboraciones en prensa. El editor de los libros de Celia, Manuel Aguilar, no lo duda y ante la situación de la autora, le pide que recupere las historias de Celia. Fortún acepta, pero decide que Celia no puede quedar impasible ante lo que está ocurriendo, y publica Celia, madrecita, que ve la luz a principios de 1939. En este volumen, la madre de Celia muere, lo que obliga a la niña, ya de 14 años, a ocuparse de sus hermanos pequeños. Parece escrito como la alegoría de la desaparición de un mundo de libertad y despreocupaciones, y como si la autora, a través de su personaje quisiera ayudar a los lectores a prepararse para los duros cambios que vienen.
Finalmente, y a pesar de los ruegos del editor que le ruega que se quede, Encarnación se reencuentra con su marido, huido a Francia y juntos marcharán al exilio en Buenos Aires.
“Hoy, 13 de julio de 1943, termino de poner en borrador Celia en la revolución”. Esta breve frase que figura en la última página del manuscrito, sirve para que la autora concluya la continuación real de las aventuras de Celia. Pero el libro no será publicado en vida de la autora y se mantiene inédito hasta su descubrimiento años más tarde por la filóloga Marisol Dorao, quien contactó con la viuda del hijo de Encarnación, que tenía el manuscrito guardado. Cuando finalmente ve la luz, en 1987, y durante mucho tiempo, fue un libro muy difícil de conseguir ya que la primera edición voló de las tiendas y no se imprimeron más… Tuvieron que pasar otros treinta años para que se reeditara, ya en la cercana fecha de 2016 por la editorial Renacimiento. Es una magnífica novela sobre la guerra civil, vivida a través de la experiencia en primera persona de la autora en el Madrid sitiado. El hecho de llamar a las cosas por su nombre, y que no tome partido por ningún bando, mostrando las barbaridades de los dos, convence a la autora de lo improbable de su publicación.
De hecho, la censura franquista prohibió los libros de Celia, retirándolos de la circulación en 1944, aunque Aguilar, hombre del régimen, consigue arreglar el asunto no solo para que se publiquen, sino para que la autora pueda volver a España.
La editorial maniobra para conseguir la amnistía de Encarnación, pero si quieren que vuelva, deben tramitar también el perdón para su marido, Eusebio de Gorbea, teniente coronel del ejército republicano, al que ella no está dispuesta a dejar atrás. En 1948, Encarna vuelve a España, primero ella sola. La llegada a ese Madrid de posguerra es desoladora: no se parece en nada a la vibrante ciudad que conoció.
Pronto tiene confirmación de la amnistía de su marido, comienzan los preparativos para el regreso de su esposo. Pero Eusebio se quita la vida antes. El dolor y la culpa ensombrecen a la escritora. Meses después se traslada a Barcelona, donde consigue encontrar cierta paz. Reside en una pequeña habitación alquilada en la calle Roger de Llúria. Publica entonces Celia se casa; Celia cuenta a los niños y, finalmente, Patita y Mila, que será su último libro. En Barcelona Fortún mantiene su relación con sus admiradas amigas Carmen Laforet y Carmen Conde. Pero su salud cada vez es más delicada. Se le diagnostica un cáncer de pulmón con metástasis. Ante la muerte próxima decide regresar a Madrid, donde, seguramente rodeada de amigas, fallece el 8 de mayo de 1952.
Los que la conocieron hablan de una mujer maravillosa, amable, delicada, que tenía un don especial para comunicarse con los niños y describir su mundo con mágica sencillez. Ha sido la maestra e inspiradora reconocida de escritoras tales como Carmen Laforet y Carmen Martín Gaite, entre otras.
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No están aquí todas las Sinsombrero. Para no hacer más largo el post de lo que ya es me he dejado fuera entre otras a: Rosa Chacel, novelista (1898-1994), Carmen Conde, escritora (1907-1996), Delhy Tejero, artista plástica (1904-1968), Lucía Sánchez Saornil, poeta (1895-1970), Consuelo Berges, escritora y traductora (1899-1988), Margarita Ferreras, poeta (1900-1964?), Rosario de Velasco, pintora (1904-1991), Luisa Carnés, novelista (1905-1964), Margarita Nelken, escritora y política (1894-1968), Concha de Albornoz, profesosora y académica, Carlota O´Neill, novelista y dramaturga (1905-2000), Ángeles Santos, pintora (1911-2013), Dolores Arana, poeta y ensayista (1910-1999), Mada Carreño, escritora (1914-2000), María Blanchard, pintora (1881-1932) y Silvia Mistral, escritora (1914-2004). Os animo a que las descubráis.
Bibliografía
Esta ha sido mi pequeña contribución, mi homenaje a estas grandes mujeres. Son la otra mitad de la historia, la que fue dejada en el olvido pero sin la cual ninguna memoria está completa.
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