sábado, 31 de mayo de 2025

Nina Simone, la suma sacerdotisa del soul


 
Año 1944. Interior del salón de actos del ayuntamiento de Tryon (Carolina del Norte). La joven Eunice, de once años, se dispone a dar un recital de piano. De pronto mira al público y se detiene. Sentados puede ver a alumnos y profesores. Sentados en la última fila, sus padres, que han tenido que ceder sus asientos a otros asistentes blancos. 

"No empiezo si no se sientan en la primera fila", dice, con una firmeza que no parece provenir de una niña de su edad. Así se hace: las personas de la primera fila ceden sus asientos a sus padres. El concierto puede así dar comienzo. 

Más tarde esta niña prodigio recordaría una lección de su primera profesora de piano: "No toques hasta que no estés preparada y ellos estén listos para escucharte... simplemente hazlos esperar". 

En esta anécdota ya se encuentran algunas de las claves que surcarán la vida de Eunice Kathleen Waymon, mundialmente conocida como Nina Simone. Una vida en lucha constante contra demonios exteriores: el racismo, la falta de igualdad, el machismo... Y otros interiores, y por ello aún más difíciles de enfrentar. Por encima de todo, como reconoce en sus memorias, una vida con "una incontable cantidad de errores, no pocos días malos y, lo más regocijante de todo, años de alegría - duros pero también entrañables - en los que luché por los derechos de mis hermanos y hermanas...".

La niña que amaba a Bach

Escucha aquí una selección cronológica de canciones de Nina Simone 

Eunice Kathleen Waymon nació el 21 de febrero de 1933 en el seno de una familia de clase media que sufrió los embates de la Gran Depresión. Había una gran tradición musical en la familia, tanto por parte de madre como de padre. Su madre, una fanática religiosa, pastora metodista, la llevaba con ella a la iglesia cuando descubrió su habilidad para tocar de oído con la tierna edad de tres años. Así, Eunice, que no alcanzaba los pedales del piano, abría el oficio religioso tocando el primer himno. Con seis años ya era la pianista estable de la parroquia de Tryon. Así seguiría hasta los doce años.

Entre otras músicas, Eunice tocaba góspel. Con ella aprendería a improvisar, a moldear la música como reacción al público, y moldear el ánimo de este como reacción a la música. "Cuando tocaba, podía llevar a la congregación adonde yo quisiera, calmarlos o animarlos hasta que terminaban completamente perdidos en la música y en la atmósfera. Por supuesto que Dios, la iglesia y los pastores se encargaban de proporcionar una inspiración espiritual, pero la música también era parte de ello. En esa época aprendí lecciones valiosas sobre técnica musical que no tenían nada que ver con toda la educación clásica que recibiría posteriormente. Con el paso de los años, esas lecciones se me metieron en la sangre y se volvieron parte de mí", narra Simone en su autobiografía Víctima de mi hechizo.  

La empleadora de la madre, la señora Miller, pronto descubrió el talento de la pequeña y como los padres no tenían dinero, decidió pagar de su bolsillo un año con una profesora de piano para la prometedora Eunice. Sería Muriel Massinovitch, una dama inglesa que se había instalado en la pequeña comunidad con su marido ruso, un pintor. Es muy difícil describir lo importante que fue para Eunice, ya que fue una instructora e incluso una madre sustitutiva para ella (se refiere a ella como su mamá blanca). A su lado se embriagó de Bach y soñó con convertirse en concertista de música clásica. La primer pianista negra en tocar en el Carnegie Hall. Cada sábado por la mañana durante los cinco años siguientes, Eunice iba a su casa, en el bosque. Tenía que caminar unos tres kilómetros y cruzar la vía del ferrocarril que separaba la zona en la que vivían los negros de los blancos. 

Cuando el año pasó, la propia señora Massinovitch (Mazzy, como la llamaba cariñosamente Eunice), decidió que Eunice merecía un futuro musical estable. A tal fin se creó un fondo a su nombre al que contribuyeron muchos habitantes de Tryon. 

Eunice estuvo con la señora Massinovitch hasta que empezó la secundaria. Allí, en un pueblo vecino, siguió con clases de música. Practicaba más de cinco horas diarias. El plan era poder conseguir una beca en la prestigiosa escuela de música Juilliard, en Nueva York. Pero tanta dedicación tuvo un alto coste: las horas de soledad y de exigencia para ser la mejor y estar a la altura de lo que todos esperaban de ella apenas le dejaban tiempo para ser una joven más. Y tuvo un resultado especialmente cruel. A los doce años, Eunice se había enamorado de un muchacho de Tryon, Edney. Se habían prometido casarse cuando ella se graduara de la secundaria. Pero ahora el plan de estudiar en Nueva York los alejaba y él le puso entre la espada o la pared: o irse a Tryon con él para casarse (y defraudar a toda la comunidad, empezando por su madre, y a su sueño de ser concertista); o él se casaría con otra. Eunice eligió con mucho dolor seguir el camino que se había impuesto e ir a Nueva York, algo que consiguió al ser la mejor de su promoción en la escuela secundaria. Pero siempre sintió el dolor de aquel amor malogrado.

El siguiente paso del camino no era menos ambicioso: el fondo no daba para más y la experiencia en Juilliard debía servir para prepararla para el paso definitivo en su proyectada carrera musical: entrar en la Instituto de Música Curtis de Filadelfia. Aquel año Eunice se empleó a fondo para pasar la dura prueba de acceso. No podía imaginar que no lo lograra, al fin y al cabo, era su destino, para lo que había sido entrenada desde pequeña.

El nacimiento de Nina Simone

Si esta fuera una historia de superhéroes o supervillanos, este sería el momento decisivo, el que cambiaría para siempre a nuestra protagonista. Curtis la rechazó. Eunice siempre creyó que se había debido al color de su piel, que se le había robado la posibilidad de convertirse en lo que desde que tuvo uso de razón se había preparado para ser: pianista clásica. 

Tras un periodo de gran desilusión en el que coqueteó con la idea de dejar la música, fue finalmente convencida por uno de sus hermanos de continuar adelante. Eunice trazó un plan ambicioso para volver a intentar el acceso al año siguiente. Dedicaría la pequeña cantidad que quedaba en el fondo a recibir clases particulares de Vladimir Sokoloff, que habría sido uno de sus profesores en el Curtis. Para ganar dinero buscó trabajo como acompañante de una profesora de canto. En poco tiempo se convirtió ella misma en profesora particular. Fue el primer momento en el que utilizó su voz para ganar dinero, mostrando a un puñado de adolescentes como entonar adecuadamente las canciones populares del momento. Eunice alquiló la parte delantera de una tienda en Filadelfia que hacía las veces de estudio durante el día y de dormitorio por la noche.

Uno de sus alumnos le contó que en verano iba a tocar el piano a un bar en Atlantic City. Cuando le dijo lo que cobraba vio que era el doble de lo que ganaba dando horas y horas de clases particulares. Eunice sopesó la idea de probar ella misma. Así que le pidió el teléfono y concertó una entrevista, en un lugar llamado Midtown Bar & Grill.

Su madre, para quien ese tipo de local y música eran obra del demonio, no debía enterarse bajo ningún concepto. Así que Eunice pensó en un nombre artístico: Nina (de un novio español que la llamaba “niña” de forma cariñosa), y Simone en honor de la actriz francesa Simone Signoret que le fascinaba. Había nacido Nina Simone. 

El Midtown era un tugurio, uno de esos bares sórdidos donde los viejos borrachos se acurrucan ante sus bebidas y se quedan dormidos. Simone se quedó en la acera, reuniendo el coraje para entrar. Nunca había estado un bar en toda su vida. Finalmente entra y pregunta por el dueño. Mientras lo esperaba le preguntaron que quería de beber y pide un vaso de leche.  

El dueño – Harry Steward – salió de su despacho. Un hombre pequeño, con un grueso cigarro en la boca que era como un rasgo físico permanente. Hizo que examinara el piano. Estaba todo bien, pero en el techo, justo encima, había un aire acondicionado que goteaba. El agua caía justo encima del taburete donde debía sentarse. Harry lo solucionó colocando un paraguas abierto justo debajo del aparato, de modo que el agua empezó a chorrear por los lados del paraguas y formó un pequeño charco delante de las mesas. Colocó un cubo justo encima del charco y le indicó que volviera en una hora para empezar a trabajar.  

Me gusta imaginarla en aquel momento: pulcramente vestida con su mejor vestido; con sus exquisitos ademanes de concertista clásica tocando para los parroquianos. “Cuando entré esa noche, los tíos que estaban en la barra debieron de pensar que yo venía de otro planeta”. Cerró los ojos e imaginó que se encontraba en el Carnegie Hall o en la Metropolitan Ópera. El trato era que actuaría de nueve de la noche a cuatro de la mañana, con un receso de quince minutos cada hora. A cambio, cobraría noventa dólares a la semana, más propinas y toda la leche que pudiera beber.  

Nina no estaba segura acerca de qué tocar. Empezó a improvisar a base de fragmentos de música popular, con arreglos y variaciones a las que imprimía su propio toque y una técnica exquisita labrada de años de práctica. Todo fue bien la primera noche, pero Harry pronto le dijo que si quería el trabajo también debía de cantar. Así que la segunda noche al piano le sumó su voz. 

Lo que ocurrió a continuación es que, poco a poco, la audiencia de borrachos se vio reemplazada por jóvenes estudiantes de los campus cercanos que mediante el boca-oreja se habían ido contando que en aquel antro de mala muerte tocaba alguien a quien merecía la pena escuchar. 

La actitud de Simone hacia el público en un escenario se formaría allí: “Yo tocaba con la actitud de un intérprete de música clásica, poniendo toda la concentración en la música, porque merece un respeto absoluto y el público debe mantenerse quieto y en silencio” Si algún borracho empezaba a gritar o a pelearse, Nina dejaba de tocar y los estudiantes lo sacaban fuera a empujones “Si el público me falta el respeto a mí, está insultando la música que toco, y en ese caso yo no sigo, porque si ellos no quieren escuchar, yo no quiero tocar. El público elige venir a verme tocar; yo no elijo el público. Tampoco los necesito, y si no les gusta mi actitud no tienen que venir a verme. Ya lo harán otros”.

Poco a poco Nina fue dejando las clases particulares por las actuaciones en clubes. Conoció a su primer agente serio y consiguió bolos en Filadelfia, Nueva York… toda la costa Este. Pero por difícil que fuera o cansada que estuviera, no faltaba nunca a su clase con Vladimir Sokoloff. Su ambición no era ser cantante ni famosa, sino concertista clásica.

En 1958, más por insistencia ajena que por genuino interés propio, grabó Little Girl Blue, su primer disco, con el sello Bethlehem. Ahí ya estaba el que sería su primer gran éxito: I loves you, Porgy, de la ópera jazz Porgy & Bess de Gershwin. En este álbum, la última canción en grabarse fue My Baby Just Cares for Me. Canción a la que volveremos, pues resultará muy importante bastantes años más tarde. 

Al final de la grabación el representante de Bethlehem le dio a Nina un contrato de grabación que firmó sin leer ¿para qué hacerlo? Ella no quería ser una estrella del pop sino una pianista clásica. Ese fue un error que terminaría costándole una fortuna. 

La Reina del Village

Bethlehem lanzó el debut de Nina, Little Girl Blue, a mediados de 1958, y ella se trasladó a vivir a Nueva York para facilitar la promoción y estar en el meollo de la acción. Por esta época se casó también con su novio de entonces: Don Ross, un bohemio beatnik. Sería su primer marido y la verdad es que se casó con él más por miedo de estar sola en esta nueva etapa que por verdadera convicción.

Estos primeros momentos de la carrera musical de Simone fueron caóticos. Nina no sabía cómo organizarse con los agentes, ni cómo establecer una agenda consistente. Pasaba todo el tiempo dando conciertos mientras que su marido se quedaba en casa bebiendo y fumando maría. En una ocasión, entre bolo y bolo, Nina calculó mal y se encontró sin dinero. Tuvo que buscar trabajo como empleada doméstica de una familia blanca para poder llegar a fin de mes.

La intérprete se dio cuenta que aquel matrimonio no iba a ninguna parte. Abandonó a Don y se mudó a un apartamentito. Pronto las piezas empezaron a encajar: conoció al abogado Max Cohen que se convertiría en un gran amigo y su apoyo con los temas legales. Por otro lado, Columbia Pictures Records (Colpix), convenció a Nina para que firmara un contrato a largo plazo con ellos. Pero antes de que saliera ese nuevo álbum, Bethlehem lanzó un álbum rival: Nina Simone and Her Friends, hecho a base de las canciones descartadas del primero. Nina se dio cuenta de la existencia de ese álbum cuando lo vio en un escaparate. Lo habían sacado sin contar con ella, ya que les había cedido todos los derechos de esas canciones. 

El 12 de septiembre de 1959 Nina debutó en el salón del ayuntamiento de Nueva York (Town Hall). Era su primer concierto en una gran sala, y Nina no desentonó: vestida con un elegante vestido blanco y zapatos de satén, entró en la abarrotada sala después de que el presentador dijera su nombre, “como una reina egipcia, lenta, tranquila y seria”. Colpix grabó la actuación en el disco Nina Simone at Town Hall. El concierto fue un éxito y convirtió a Nina en la nueva sensación de la Gran Manzana. 

Nina Simone tocando en el Town Hall, 12 de septiembre de 1959

En esta época Simone se convierte en una celebridad, la gente la reconoce y la para por la calle, los periodistas empiezan a pedirle entrevistas. También empiezan a fijarse en ella los intelectuales y artistas que rondaban el Greenwich Village, el barrio bohemio de Nueva York, que además estaba en plena efervescencia. Por aquella época era normal encontrarse con el joven Bob Dylan, con Joan Baez, con John Coltrane. Asistir al debut de cómicos como Woody Allen o Bill Cosby. Atraídos por aquel ambiente estaban también los escritores, poetas y pintores de la contracultura, como Langston Hughes, Jimmy Baldwin, LeRoi Jones y otros tantos. Muchos se convertirían en amigos personales de la cantante, en especial la autora teatral Lorraine Hansberry, que será fundamental en la trayectoria de Simone, como veremos a continuación.  

En 1960 encabeza el cartel en el mítico Village Gate, actuación que grabó también Colpix en un álbum del mismo nombre. Por cierto, de telonero tuvo a un comediante negro que hacía su debut lleno de nervios: un tal Richard Pryor…

"Jazz es un término de los blancos para definir la música negra. Yo hago música clásica negra". 

Una noche en un concierto en el club Basin Street East, Nina conoce a un tal Andrew Stroud. Elegante y con una gran confianza en sí mismo, aunque parco en palabras, le ofrece salir a tomar algo después del concierto, a lo que la cantante acepta. Pronto Nina descubre que se trata de un policía del distrito de Harlem, y según cuenta la gente, no el tipo de hombre con quien uno querría meterse en problemas. Una anécdota ilustra bien su personalidad. En la segunda o tercera cita, después de acompañar a Nina hasta su casa, quiere entrar con ella en el apartamento. Ella le despide con un beso en la mejilla y cierra la puerta. De pronto, escucha una leve risa y con un tintineo de llaves, él abre la puerta tras ella, dejándola estupefacta. “Soy policía. ¿No has oído hablar de las llaves maestras?” A continuación le da las buenas noches y vuelve a cerrar. 

Poco a poco, Stroud fue venciendo todas las resistencias de Simone. Ella, que se sentía sola y deseaba ser protegida, pronto se siente atraída por la apariencia de calma y control que emana. Después de un episodio en que Nina enfermó de gravedad y él la acompañó cada noche en el hospital, acepta casarse con él. Fue el comienzo de una relación abusiva y con malos tratos frecuentes. Andy también dejaría la policía y se convertiría en su agente y principal gestor de toda su carrera musical a partir de ese momento. 

To be Young Gifted and Black

Pronto descubriría que con su nuevo marido también tendría que trabajar hasta la extenuación. Andy, aunque demostró ser un gran representante, la sometió a una agenda maratoniana. Había una pizarra en la cocina donde había escrito: “Nina será una zorra negra y rica antes de…” el problema es que la fecha nunca llegaba. De las navidades del 63 pasaron a las Pascuas del 65 o alguna fecha mítica que había que ir cambiando según se aproximaba y los números no llegaban a donde tenían que llegar (en opinión de Andy, que llevaba completamente a solas todos los temas relacionadas con las cuentas y dinero que ganaba su mujer). 

El 12 de septiembre de 1962 nace su única hija, Lisa Celeste. Esto le brindó un pequeño respiro a Simone y empezó a hacerla replantearse por primera vez su carrera, ya que todo había surgido tan rápido que apenas había tenido tiempo para pensar. La música clásica pasó definitivamente a un segundo plano. Ya no tenía tiempo ni motivación para seguir practicándola. Tener una hija le hizo también más sensible al mundo en el que vivía, cuestiones a las que hasta entonces no había prestado tanta atención. Por ejemplo la lucha por los derechos civiles, que en aquel momento se encuentra en un momento crucial. Aquí será de una importancia capital su amiga Lorraine Hansberry: la primera escritora negra en tener un gran éxito en Broadway con A Raisin in the Sun. Activista e intelectual, fue la que comenzó a educarla políticamente, a hacerla sensible a las luchas que los afroamericanos estaban librando. “Cuando nos veíamos nunca hablábamos de hombres, de ropa o de asuntos sin importancia. Los temas siempre eran Marx, Lenin y la revolución, verdaderos temas de chicas” explica con sorna Nina Simone en su autobiografía. 

En honor a Hansberry, que morirá prematuramente por un cáncer, Nina escribe To be Young Gifted and Black, cuyo título está sacado de una obra en la que la escritora estaba trabajando antes de morir. Pronto se convierte en una de las canciones más emblemáticas de Simone y un himno del movimiento por los derechos civiles. 

To be young, gifted and black,
Oh what a lovely precious dream.
To be young, gifted and black,
Open your heart to what I mean.

In the whole world you know
There are a billion boys and girls
Who are young, gifted and black,
And that´s a fact! 

Aqui la podemos ver cantándola en la Universidad de Massachusetts Armhest, donde estudiaban 300 afroamericanos en una facultad de 18 mil estudiantes. 

La canción se estrenó en el Harlem Cultural Festival de 1969, un Woodstock para la gente de color cuyo documental – que os recomiendo –: Summer of Soul (…Or  When the Revolution Could not be Televised), tiene una historia la mar de curiosa. Resulta que en su día se grabaron unas cuarenta horas de metraje que quedaron abandonadas durante décadas en un sótano. El rapero Questlove las editó y montó hasta dejarlas en dos horas, recibiendo el Óscar al mejor documental en… ¡2022!

Mississippi Goddam 

Mañana del 15 de septiembre de 1963, Birmingham, Alabama. Se está preparando la misa en la iglesia baptista de la Calle 16. Cuatro niñas afroamericanas, una de 11 años y las otras tres de 14, mueren asesinadas por una bomba de dinamita colocada por el Ku Klux Klan. Nina Simone escucha la noticia en la radio y enfurecida escribe una canción que surge de la rabia y la impotencia, como una erupción. En una hora nace Mississippi Goddam:

(...)“Oh, but this whole country is full of lies
You're all gonna die and die like flies
I don't trust you anymore
You keep on saying, "Go slow"
Go slow
But that's just the trouble (too slow)
Desegregation (too slow)
Mass participation (too slow)
Reunification (too slow)
Do things gradually (too slow)
But bring more tragedy (too slow)
Why don't you see it? Why don't you feel it?
I don't know, I don't know

Fue la primera canción plenamente activista de Simone y se vendió muy bien, salvo en el Sur, donde hubo problemas con la maldición del título (Goddam significa "maldita sea" y es considerado como una blasfemia en su versión inglesa). Muchas copias se devolvieron partidas por la mitad. 

Ni a Nina ni a nadie se le escapaba que el problema no era solo la maldición, sino el contenido. Nadie (y menos una mujer) había denunciado con esa rabia y de forma tan explícita el racismo rampante en Estados Unidos. La canción ponía además el dedo en la llaga al criticar la política de la gradualismo y apaciguamiento del gobierno, los lentos avances que se estaban produciendo. Se convirtió en otro himno. 

"Nosotros vamos a darle forma a este país o nadie lo hará nunca más. No hay alternativa: ¿cómo se puede ser artista y no reflejar la época en la que uno vive?"

Mississippi Goddam marcó un punto de inflexión en una carrera hasta entonces centrada en el éxito personal. Durante los siguientes siete años Nina se convertiría en uno de los estandartes de la lucha por los derechos civiles, pagando un alto precio por su posicionamiento, mientras la esperanza primero y la indignación después iban radicalizando su postura. Contaba entre risas Al Schackman, su inseparable guitarrista, que en cierta ocasión Nina se acercó al propio Martin Luther King y le interpeló: “¡Yo no soy pacifista!” a lo que el King le respondió “Está bien, hermana, no hace falta que lo seas”. 

Simone participó también en el concierto de la histórica Marcha de Selma a Montgomery en 1965. Los 87 kilómetros que separaban ambas ciudades fueron recorridos por multitud de personas que pedían la igualación de derechos de los ciudadanos negros. Las principales reclamaciones eran asegurar el derecho efectivo al voto y el fin de la segregación. Al primer intento de iniciarse la marcha fueron brutalmente atacados por la policía, lo que hizo que se les uniera más gente y convirtió dicha marcha en un hito de la lucha pacífica por los derechos civiles.

El concierto tuvo lugar en una escuela secundaria de St. Jude, un pueblito a las afueras de Montgomery. Había unas cuarenta mil personas a las que no paraban de llegar manifestantes que habían venido andando desde Selma.  El concierto, al aire libre, estaba instalado sobre un escenario montado sobre un campo de fútbol. Un autobús escolar a un lado hacía las veces de camerino. Allí estaban Harry Belafonte, Leonard Bernstein, Shelley Winters y toda clase de personalidades. Todos los asistentes debían permanecer juntos y no separarse, ya que más allá de los límites del prado había unos bosques donde según la policía se ocultaban bandas armadas de racistas y supremacistas blancos, esperando una oportunidad de matar a alguien, a cualquiera, que estuviera relacionado con la marcha. Cuando les tocó el turno de tocar, al buscar un enchufe donde enchufar el amplificador, levantaron la lona que cubría el suelo del escenario y descubrieron que debajo había docenas y docenas de ataúdes vacíos, donados por el depósito para poder levantar el escenario. ¡Bienvenidos a Montgomery! les dijeron.

Nina Simone junto a Al Schakman en un momento de su actuación en la Marcha de Selma

La Suma Sacerdotisa del Soul 

El 15 de enero de 1965, un par de meses antes de Selma, Nina dio un concierto en el Carnegie Hall. En la primera mitad tocó sola y en la segunda acompañada por una orquesta sinfónica completa. El famoso auditorio era el lugar en el que siempre había soñado tocar la joven Eunice Waymon como concertista clásica. Finalmente podía hacerlo, pero no para interpretar a Bach. La señorita Mazzy, su primera maestra de música, estaba entre el público y cuando Nina se sentó al piano, esperando a que la orquesta ocupara su sitio, dirigió una mirada al público, a donde sabía que ella se encontraba. También a su lado estaban sus padres, a quienes trajo de Carolina del Norte para que la vieran. Su padre la visitó al camerino con ojos brillantes de orgullo y la abrazó. Su madre, pastora metodista, a la que nunca le había parecido bien que su hija cantase aquella música, se guardó mucho de mostrar orgullo, aunque a espaldas no podía evitar mostrarlo a sus amigas. 

Una de las grandes cosas que tenemos en estos tiempos es Internet, y gracias a él, el gran repositorio de videos que podemos encontrar en Youtube, por ejemplo, que nos permite hacernos una idea de cómo era un concierto de la "Suma Sacerdotisa del Soul". 

No cabe duda que poseían una cualidad eléctrica, y en las mejores noches de Nina, un aire casi místico. Tenía una capacidad innata para conectar con la audiencia, para conseguir una gran intensidad mediante un agudo sentido dramático, pero nunca artificial. La joven Eunice se había formado tocando el piano en las ceremonias de avivamiento presididas por la música góspel. No es de extrañar que los conciertos de Simone tuvieran un componente profundo, muy espiritual: Para iniciar el encantamiento del público, empezaba con una canción con la que creaba cierto estado de ánimo que trasladaba a la canción siguiente y luego a la tercera, hasta alcanzar un cierto climax, y para entonces ya los tenía hipnotizados. Para comprobarlo, me detenía y no hacía nada durante un instante; lo único que oía era un silencio absoluto. Ya eran míos”.

También estaba su genio, del que ya os he hablado. Nina no aceptaba que el público no mostrase el mayor respeto o silencio, no dudando en parar la actuación para reprender a alguien por su comportamiento. Este temperamento se fue exacerbando en los últimos años. Un buen ejemplo de cómo podía ser un concierto con Nina Simone lo tenéis aquí, en Montreux, 1976. En 10 minutos tiene tiempo para hablarnos de su collar “es de una reina, y yo soy una reina”, mandar sentarse a alguien del público, conmover, emocionar, susurrar…

A mediados y finales de los sesenta la lucha por los derechos civiles se recrudecía con avances seguidos de brutales asesinatos y retrocesos. El ambiente era opresivo en muchos sentidos, y en su primera gira europea Nina sintió una gran liberación al bajarse del avión en Londres. 

Las principales organizaciones del movimiento empezaron a adoptar posturas diferentes respecto a cómo seguir la lucha. Por un lado los militantes de la no violencia al frente de los cuales estaba Luther King. Por otro lado, Malcolm X, Carmichael, los Panteras Negras y los representantes del Poder Negro, que creían que la violencia podía ser necesaria. El optimismo de los primeros tiempos dejaba paso a un mayor escepticismo. 

El 4 de abril de 1968 asesinaron en Memphis al doctor Martin Luther King. Lyndon Johnson, por entonces presidente, decretó el día 7 como Día de Luto Nacional. Esa misma noche Nina tenía programado un concierto en Westbury y estrenó la canción Why? The King of Love is Dead, dedicada a él. En sus memorias Nina considera esa actuación como una de las mejores de su carrera, movida por el amor y callada desesperación que sentían todos ante la pérdida del líder negro.

Paralelamente, Nina mostraba los primeros signos de un agotamiento crónico al que llevaba mucho tiempo sin atender. Su implicación cada vez mayor con el movimiento y la dificultad de compaginarlo con la extenuante agenda de conciertos impuesta por su marido/mánager le estaba pasando seria factura.  En el festival de Jazz de Montreux los acontecimientos de los últimos meses la golpearon de lleno: “Traté de serenarme y mantenerme erguida – recordando lo que me decía la señorita Mazzy: “¡comportura, Eunice, compostura!”, pero no dio resultado. Me senté ante el teclado y las lágrimas empezaron a caerme por las mejillas, una tras otra, imparables. El público se quedó en silencio y se acercaron algunas personas para ver qué me ocurría, si me encontraba bien. Unas preguntas realmente estúpidas. Seguía llorando diez minutos más tarde cuando Andy me ayudó a levantarme e irme”.

Nina quería cancelar la gira, pero su marido le convenció para seguir adelante para promocionar el sencillo “Ain´t Got No… I Got Life” una canción del musical Hair que había conseguido catapultarla de nuevo a la lista de los artistas más vendidos.

"Te digo lo que es la libertad para mí: no tener miedo".

La “fiera” Nina Simone guardaba tras su desafiante fachada toda una trastienda de dudas e inseguridades. Nunca confiaba del todo en lo que hacía. Toda su vida buscó a alguien que le tomara de la mano y le diera esa clase de seguridad. Durante un tiempo, Andy lo fue, pero nunca fue suficiente. Nadie podría serlo.

Un día, tras una discusión, Nina dejó su anillo de bodas sobre la cómoda del dormitorio y cogió un avión hacia Barbados. Había decidido darse por fin un descanso, costase lo que costase.

El exilio

Y si esta fuera una de esas historias de Hollywood modernas, hechas para no incomodar y no apasionar a partes iguales, acabaría aquí la historia. O quizás dejando a nuestra protagonista conocer el amor verdadero o descubrir que ya no lo necesitaba. Pero no. Nina Simone vivió en el mismo mundo resbaladizo e imperfecto que todos nosotros, y lo que viene a continuación no es la parte más brillante ni agradable de su historia, pero es real. 

Y si hay algo que siempre caracterizó a Simone fue su autenticidad. 

En Barbados, Nina encuentra por fin un descanso y un refugio de la vida cada vez más compleja y demandante de Nueva York. Allí también le esperan problemas con el fisco, de los que ella no sabe nada porque todas las cuentas las llevaba Andy, quien ahora no quiere hablarle, ya que no acepta que lo haya dejado de aquella manera. Por esta época se deja de hablar con su padre y quedará devastada cuando suceda la muerte de este y de su hermana mayor Lucille, que había sido una segunda madre para ella. 

Con menos razones que nunca para permanecer en EEUU, Nina se retira definitivamente a Barbados. Allí tiene una apasionada relación con el primer ministro de la isla: Errol Barrow. Progresivamente Nina se convierte en un “artista difícil de ubicar” para las discográficas, demasiado significada políticamente e impredecible. Los contratos con las compañías de discos expiran mientras Nina acumulaba cada vez más deudas y menos ingresos. 

Su amiga Miriam Makeba le convence para viajar a Liberia con ella. Junto a su hija llegan a Monrovia el 12 de septiembre, día del cumpleaños de Lisa. Es recibida con honores de estado y un cariño enorme. Se le facilitó una casa en la playa para que se quedara el tiempo que quisiera. Por primera vez se siente en un lugar donde nadie le exige ser nada, ni actuar, ni ser ningún referente.  Tendría relación con diferentes hombres aunque ninguna terminará de cuajar: seguía buscando al protector que se ocupara de todo, en el que librarse de sí misma y de los demonios que la acosaban.

Muchos de estos demonios interiores y ataques de furia los pagó su hija. Nina la maltrata tanto física como psicológicamente, y ésta, harta, se marcha con catorce años a vivir con su padre a Nueva York. La relación entre las dos fue muy complicada. Hoy por hoy Lisa Simone, que también es cantante y compositora, es una de las principales valedoras del legado de su madre, y productora ejecutiva del documental What happened Miss. Simone?

Simone se quedó en Liberia hasta 1976. Ese año, probablemente ante la necesidad de retormar la carrera musical aunque solo sea para pagar las facturas, se traslada a Suiza (sigue con problemas con el fisco y siente también rechazo a los Estados Unidos). El cambio fue brutal y la cantante no se adaptó bien al carácter mucho más reservado de los europeos en comparación a su querida Liberia. Lejos de África y sin el respaldo de una carrera exitosa – que ahora quedaba muy atrás –, Simone se vuelve tímida e introvertida, como en sus primeros años en Nueva York en Juilliard, antes de convertirse en estrella. Víctima de sí misma, toma decisiones precipitadas y equivocadas: confía en un agente liberiano que la estafa dejándole sola en un hotel de Londres con una enorme cuenta que pagar. Intenta suicidarse con pastillas pero la encuentran a tiempo y consiguen hacerle un lavado de estómago. 

En 1979 se muda a París. A mediados de los ochenta se la ve a tocar en un bar muy por debajo de su categoría, el Aux Troix Meilletz. No era mucho mejor que el Midtown de sus inicios: el humo le secaba la garganta y amenazaba con dañar su voz. “Este es el mundo que tu misma te has creado, Nina. Ahora tienes que vivir en él”. Era la frase que le había dicho hace tiempo su amigo  el escritor James Baldwin y no paró de repetírsela como un mantra durante los dos años siguientes. Apenas sacaba lo suficiente para vivir y tuvo que ir vendiendo una a una sus posesiones. Mientras trataba de sobrevivir, lee en el periódico que un golpe militar en Liberia ha acabado con el gobierno – y muchos de sus amigos – siendo ejecutados en la playa. 

Un viejo amigo, el fotógrafo holandés Gerry de Bruin, le visita en su pequeño piso en París y queda espantado de las condiciones en las que vive. La convence para trasladarse a vivir a Holanda, a una tranquila ciudad cerca de Amsterdam llamada Nimega. Ahí, junto a Al Schakhman, su guitarrista y Raymond González, su manager en ese momento, hacen equipo para ayudar a Nina y estabilizar su carrera. Es visitada por médicos que la diagnostican con trastorno bipolar. Una medicación parece bastante efectiva, pero los efectos acumulados probablemente le quitarán motricidad y destreza en las manos afectando a su manera de tocar con el tiempo. Poco a poco se le ofrecen conciertos en Holanda que sirven de test para ver si puede retomar su carrera. En aquella época y en los años que vendrían el humor de Nina sería cambiante, y sus amigos y valedores no sabían nunca cómo se encontraría de ánimo en cada momento.

Y entonces, de forma totalmente inesperada, una canción que había grabado en el ya remoto 1958 vino a rescatarla.

My baby just cares for me 

Todo surgió porque la marca Chanel la utilizó para un spot de uno de sus perfumes en 1987. La canción fue un auténtico éxito en ese año, sonando en todos lados y sacando el nombre de Simone de las catacumbas. Desgraciadamente, ella había vendido todos los derechos de sus canciones, por lo que no se benefició de los royalties millonarios que hubiera merecido obtener. Pero en cualquier caso la canción la puso de nuevo en el firmamento, haciendo que su nombre sonase para una nueva generación de jóvenes.

Este auténtico chaleco salvavidas le permitió dar multitud de conciertos por toda Europa, aparecer en programas de televisión... También pudo finalmente solucionar sus problemas con el fisco, lo que era importante para poder viajar y actuar en EEUU sin peligro de ser demandada. El 21 de enero de 1991 participa en el desfile para celebrar el cumpleaños de Martin Luther King, junto a varios camaradas de aquellos años de lucha: Andy Young, John Lewis, Coretta Scott King y muchos más. No solo celebraban el legado de Martin, sino también haber sobrevivido.

Una de sus mayores alegrías en estos años finales fue participar como huésped de honor en el cumpleaños de Nelson Mandela (80) que se celebró en Johannesburgo. Allí estaban grandes personajes de la lucha por los derechos humanos. Fue un momento triunfante, estar ante la multitud en el continente que amaba, invitada por un héroe que había afrontado el mismo tipo de lucha al que ella había dedicado tantos años y energías. 

Los últimos años los pasó viviendo una vida solitaria y tranquila, en un pequeño chalet de la Provenza francesa, en Carry-le-Rouet. Compaginando actuaciones casi hasta el final, y recibiendo tributos y premios. Falleció mientras dormía el 21 de abril de 2003. Dos días antes de morir, el 19 de abril, se le concedió un diploma honorario en el Instituto Curtis, la academia de Filadelfia que la rechazó cuando tenía 19 años. 

Existe mucho material sobre Nina Simone tanto en la red como fuera de ella. La principal fuente que he utilizado ha sido su autobiografía, Víctima de mi Hechizo, publicada en español por la editorial Libros del Kultrum. Tiene dos partes bien diferenciadas. La de sus años en la cresta de la ola y sus observaciones sobre la lucha por los derechos civiles es apasionante. La segunda, a partir de comienzos de los setenta, con sus diferentes líos amorosos en Barbados y Liberia bastante menos. Hay sonoras omisiones que he tratado de compensar con el documental What Happened Miss Simone? que podéis disfrutar en Netflix y con la biografía basada en él escrita por Alan Light (en inglés). En la red y para la discografía os recomiendo el artículo doble de la página www.classicjazzstandards.com. Merece la pena mencionar alguno de los artículos que he leído, por ejemplo éste o éste. Y finalmente, la propia página web dedicada a Nina Simone (www.ninasimone.com), es una maravilla, llena de información, fotos, recortes de prensa, etc. 

A pesar de sus fallidas uniones con Don Ross y Andy Stroud, la institución del matrimonio significaba algo muy poderoso para Nina. Al igual que la manera en que interpretaba sus canciones, que podían ser al mismo tiempo esperanzadoras y tristes, su carácter era oscilante y complejo. Pocas personas eran lo suficientemente fuertes como para afrontar los vaivenes del estado de ánimo que podía pasar de la alegría a la tristeza y a la furia en poco tiempo. Nina los atraía, pero después los ahuyentaba. 

Nina siempre buscó ese amor incondicional, esa aceptación absoluta, el tipo de estabilidad y fiabilidad que estuvo ausente en su vida. Por eso me gustaría terminar con esta canción, en la que, tras una enumeración de las cosas que no tiene, ¿qué nos queda cuando ya no nos queda nada? llegamos ella y nosotros a una conclusión capital: nos quedamos nosotros, nuestra vida, nuestro ser. Y sobre esa base, el mundo siempre se puede construir de nuevo.

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