Decía Erasmo de Rotterdam que cuando tenía dinero se compraba libros; y, si le sobraba algo, entonces lo destinaba a comida. No soy yo quien para contradecir al filósofo neerlandés, y al menos en este aspecto voy camino de ser un discípulo aventajado.
Pero la cuestión no es tanto comprarlos sino sacar tiempo para leerlos. Cuando uno compra un libro compra la promesa de poder dedicarle ese tiempo, un tiempo fuera de este mundo pero dependiente de él. Compra la promesa que el libro encierra ¿entretendrá? ¿me enseñará eso que busco saber? ¿seré el mismo cuando lo acabe?
La vida es un eterno retorno, y así, en esta primavera calurosa, en este año en el que este desventurado blog ha visto su regreso, yo vuelvo a mi querida Feria del Libro.
Fernando León de Aranoa: Leonera
No lo había previsto, ya que no suelo ir a por firmas, pero cuando le vi supe que era una buena excusa para hacerme con el nuevo libro del director madrileño.
León de Aranoa es conocido sobre todo por su faceta como director de películas que ya son clásicos de nuestro cine: Los lunes al sol (2002), Barrio (1998) o la reciente El buen patrón (2021). Aunque yo tengo una debilidad especial por su ópera prima: Familia (1996), una deconstrucción absolutamente inspirada de los lazos que nos unen con los más cercanos, y por ello a veces, también los más desconocidos.
Pero Fernando es también un escritor con mucho talento, como demuestran sus guiones y también su primer libro de relatos: Aquí yacen dragones, donde demostró su capacidad para diseccionar la realidad con historias muy cortas, a veces observaciones costumbristas, pero siempre llenas de agudeza y segundas lecturas. Leonera, su nuevo libro de cuentos, aparenta seguir esta ruta: “un libro asombrado y disconforme, que busca, pese a todo, razones; explicar y explicarse a sí mismo la lógica secreta de las cosas”.
Con sombrero o sin sombrero, una vida ingobernable
Concha Méndez, la joven de buena familia que tuvo como amor de juventud a Luis Buñuel, fue una aventurera con alma de marinera que, desoyendo los prudentes consejos de todos y las costumbres de la época, se embarcó por su cuenta en un buque para conocer primero Londres y más adelante Argentina. Descubrió que quería escribir poesía viendo a Lorca recitar un día en el Retiro, y tomó clases del propio Rafael Alberti. Pertenecía a la Generación del 27 y hablé de ella no hace mucho, en mi doble artículo sobre Las Sinsombrero
Por cierto, hablando de esta denominación, la tendera me dijo que a ella no le gustaba mucho; creía que era una etiqueta que servía para englobar a mujeres muy diferentes entre sí, y que corría el peligro de obviar lo fundamental: que pertenecieron a la Generación del 27. En parte estoy de acuerdo, pero también como periodista de formación, sé el poder que tiene un buen nombre, y una etiqueta oportuna, por reduccionista que pueda ser, para dar a conocer algo. El documental y libro de Tània Balló sacó en gran medida del injusto olvido a estas mujeres, y yo mismo probablemente no sabría quien es Concha Méndez si no me hubiera acercado antes a ellos.
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Memorias habladas, memorias armadas: Paloma Ulacia Altolaguirre, nieta de Concha Méndez grabó varias cintas de casete en la que su vital abuela rememora su vida. Tenía muchas ganas de leer esta biografía; aunque todas las integrantes que reseñé me impresionaron, hay algo en Concha que me marcó especialmente. Canciones de mar y tierra: este poemario, escrito en 1930 durante su periodo en Argentina, y con influencias de Marinero en tierra de Alberti, es por lo que dicen una de las mejores obras de Méndez, que lo escribió en un periodo feliz, de apertura al mundo, antes de que las sombras de la guerra civil cayeran sobre ella y sus compañeros de generación. |
La banda que escribía torcido
Los que habéis leído episodios pasados de esta serie sabéis que tengo predilección por la editorial Libros de KO. Su apuesta por la crónica periodística y sus cuidadas ediciones la convierten siempre en una parada obligada.
La banda que escribía torcido es una historia del Nuevo Periodismo, aquella corriente de los sesenta que reinventó la forma de contar historias de no ficción y de la que soy un gran admirador. De hecho, mi intención es dedicarle un post futuro, (algo que con en términos de la azarosa vida de este blog puede significar un periodo comprendido entre el próximo año o nunca).
Mirad que maravilla:
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Mi tesooooro... edición conmemorativa con todos los artículos escritos por la autora en la revista La Ilustración Artística, entre 1895 y 1916 |
Es uno de esos libros que no es para leer de un tirón, sino para asomarse de vez en cuando y viajar en el tiempo, disfrutar de esa retranca gallega que me encandila con la que Emilia pasaba lista de las cuestiones de su tiempo.
Emilia Pardo Bazán, a la que le dediqué un artículo hablando de su curiosa faceta de criminóloga aficionada, es una escritora que descubrí no hace mucho y me fascinó. Por descubrir no me refiero a saber quién es y cuándo vivió, sus ideas y obras fundamentales. Me refiero a leerla y sentir ese flechazo que a veces sientes con un autor. Tanto es así que estoy pensando en romper una regla no escrita de este blog y dedicarle un nuevo post, esta vez a una recopilación de sus cuentos más famosos. Sería la primera autora en disponer de dos paralajes dedicados a ella, poca broma. No es que otros no se lo merezcan, es que siento que habiendo tantos libros y autores que reseñar es casi un pecado repetir.
Y la verdad es que el precio era realmente mucho más bajo de lo que hubiera imaginado. Ahora eso sí, el libro pesa y ocupa lo que unas páginas amarillas, lo que en mi próxima mudanza lamentaré.
Pero no hoy.
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