Mentir es no decir la verdad. Engañar es hacer pasar una mentira por la verdad. La diferencia parece minúscula, ¿verdad? Sin embargo mientras la primera lo que vemos es la simple ocultación de la verdad, en la segunda hay una clara intencionalidad, una decisión de seguir adelante con la mentira.
El ilusionismo utiliza una mentira que nos hace percatarnos de la verdad. En este aspecto no se diferencia de la literatura o de otras artes. Nunca pretende confundir acerca de su carácter ficticio: Los magos siempre nos recuerdan que lo que hacen es producto de elaborados trucos que sirven para burlar nuestros sentidos. Por eso siempre han sentido un fuerte rechazo por aquellos que intentan hacer pasar sus trucos como reales. Y muchos han convertido la persecución de esos falsos ilusionistas en una cuestión personal.
Este artículo repasa alguno de los más célebres magos que persiguieron a aquellos que buscaban engañar para beneficio personal. Está dividido en dos partes: en cada una contaremos con dos representantes. En esta primera nos adentraremos en la época dorada del ilusionismo, a mediados del siglo XIX, con su consolidación como arte escénica, y veremos a Houdini desenmascarando a un aristócrata español, el hombre con visión de rayos X… ¿Me acompañáis?
A mediados del siglo XIX el espiritismo, mitad ciencia, mitad religión, hacía furor. Impulsado por el caso de las Hermanas Fox, contaba con millones de seguidores, especialmente entre las clases altas e ilustradas, lo que sin duda ayudó a su rápida difusión. La sociedad asistía en medio de un clima de excitación imaginativa a los avances imparables de la ciencia, que hacían posible cosas maravillosas como ver a través de los cuerpos sólidos con el descubrimiento de los rayos X (llamados así justamente porque no se sabía qué eran). La alta mortalidad infantil en la época victoriana y la de incontables jóvenes que murieron en la I Guerra Mundial serían caldo de cultivo para que muchos buscaran consuelo en la posibilidad de volver a hablar con sus seres queridos en sesiones espiritistas.
1. John Nevil Maskelyne, el aprendiz de relojero que devino en mago
John Nevil Maskelyne nació en 1839 en Cheltenham (Inglaterra), y desde muy pronto mostró interés por la mecánica y la relojería, a los que uniría una gran curiosidad por los aparatos y artilugios de magia escénica.
Un día, un hombre entró en el taller donde trabajaba de aprendiz. Se presentó como un médium capaz de curar las enfermedades por medio de la hipnosis y poderes sobrenaturales. Venía a menudo al taller a encargar piezas de aparatos, encargos de los que se solía ocupar el joven Maskelyne.
Con el tiempo se hicieron amigos y el médium le invitó a las sesiones de espiritismo que organizaba en su casa. Al principio el joven estaba absolutamente impresionado por lo que allí sucedía, creyendo firmemente que estaba ante manifestaciones del más allá.
Pero un día llegó la desilusión.
El médium volvió al taller, esta vez para pedir que repararan un aparato de complicado aspecto, diciendo que era parte de un accesorio quirúrgico. Movido por la curiosidad Maskelyne examinó el aparato mientras trabajaba en él, descubriendo que el extraño artefacto, atado a una pierna, podía producir raps (golpeteos), bajo una mesa. Golpeteos parecidos a los que había oído en una sesión de espiritismo. Lo reparó y lo devolvió a su dueño con un ticket que rezaba: “reparación de golpeador de mesa: 1s 9d”.
No le debió gustar el detalle al médium, porque no volvió al taller y Maskelyne dejó de ser invitado a las sesiones. Pero aquel hecho despertó la curiosidad de Maskelyne por los engaños de los espiritistas. Empezó a participar en multitud de sesiones, simulando ser un creyente a fin de observar de cerca sus trucos. Y es que en su tiempo libre Maskelyne estudiaba prestidigitación. De vez en cuando actuaba para familia y amigos, pero aquello no dejaba de ser un pasatiempo.
Un evento – la visita a Cheltenham de los Hermanos Davenport – lo cambiaría todo.
El caso: el gabinete de los Hermanos Davenport
Los hermanos Ira y William Davenport eran un famoso dúo de espiritistas con un espectáculo en el que los espíritus tocaban música. Usaban un gran armario de tres puertas: en los laterales se sentaban ellos atados de pies y manos, frente a frente. En el compartimento central había diferentes instrumentos musicales: una guitarra, una pandereta, una campana y otros. Se cerraba el armario, se apagaba la luz y los instrumentos empezaban a sonar y alguno incluso salía del armario volando. Cuando volvía la luz y se abría el armario, los Davenport seguían atados a sus sillas como si nada.
El presentador, un pastor llamado Ferguson, señalaba que no podían haber tocado los instrumentos ¿Cómo explicar entonces lo ocurrido? Ferguson sugería que los espíritus eran los responsables de hacer sonar la música.
Sentado entre el público Maskelyne golpeó el suelo cuando los espíritus hicieron sonar la música. Era una señal acordada con un amigo, también aprendiz de mago, que tiró levemente de la cortina que cegaba uno de los ventanales. Un rayo de luz enfocó el armario justo en el momento en el que la puerta central se abría y los instrumentos empezaban a volar hacia afuera En la penumbra pudo ver a Ira Davenport mientras lanzaba los instrumentos. Ira lanzó una mirada asustada hacia la ventana, saltó rápidamente a su sitio y con increíble velocidad se revolvió para ajustarse a las ataduras.
Maskelyne ya se levantaba para anunciar la estafa cuando se encendió la luz mostrando a los dos hermanos en su sitio, bien atados de pies y manos.
Ferguson negó con vehemencia la existencia de ningún truco y desafió a Maskelyne a demostrarlo. Maskelyne respondió que aceptaba la apuesta, pero que reproducirlo era una cuestión de destreza y requería de práctica, así que necesitaba tiempo. Pero prometió volver al salón y replicar el fenómeno ante todos los presentes.
Decidido, Maskelyne se puso a trabajar. En los meses que siguieron enroló a un socio, construyó un gabinete, aprendió como liberarse a sí mismo de las ataduras y practicó diariamente. Una nueva carrera empezó a fraguarse para el aprendiz de relojero de 25 años.
Replicando el truco, los espiritistas crearon al mago profesional y al primero de una dinastía que lucharía contra los embaucadores.
Por cierto, su nieto Jasper Maskelyne, se haría famoso por utilizar la magia para crear ilusiones que lograron engañar y camuflar tropas facilitando la victoria aliada durante la batalla de El Alamein en la Segunda Guerra Mundial. Sí, de casta le viene al galgo.
![]() |
Maskelyne se convirtió en uno de los grandes magos modernos, con sede en el hoy desaparecido Egyptian Hall y fue el creador de trucos espectaculares como el de la levitación que aun día se usan. |
2. Houdini, un mago entre los espíritus
En 1923 Joaquín María Argamasilla de la Cerda y Elio era un fenómeno en España. El joven, descendiente de una familia de aristócratas, aseguraba poseer visión de rayos X que le permitía ver a través de los cuerpos opacos. La polémica dividió al país entre defensores y detractores del extraño caso y llegó hasta las instancias más elevadas. En abril, por iniciativa de la reina María Cristina, se constituyó una comisión para estudiar el caso, presidida por Ramón y Cajal y formada por oculistas, neurólogos, psiquiatras y físicos. Robert Richet, un prestigioso médico francés, ganador del Nobel de Medicina, quedó absolutamente convencido de la veracidad del fenómeno. “Nos encontramos en presencia de uno de los mayores descubrimientos de nuestros días”, afirmó.
El joven Argamasilla parecía haber superado con creces todas las pruebas que demostraban que poseía la metasomoscopia, nombre que le había dado a la habilidad su padre, Joaquín Argamasilla de la Cerda y Bayona, décimo marqués de Santa Cara y presidente de la Sociedad Española de Estudios Metapsíquicos (nombre que recibía la parapsicología a principios del siglo XX). La noticia llega al otro lado del Atlántico y un promotor, Mr. Davis, propone al marqués de Santa Cara una oferta para que su hijo realice una gira por las principales ciudades de Norteamérica, dando a conocer públicamente sus asombrosas habilidades.
Pero allí se encontraría con Harry Houdini, que se estaba convirtiendo en azote de los médiums y de cualquiera que dijera poseer poderes sobrenaturales.
La historia del escepticismo de Houdini es la historia de una gran decepción.
A principios del siglo XX Harry Houdini y Arthur Conan Doyle (creador de Sherlock Holmes) eran dos de las personas más famosas del mundo. Además eran buenos amigos, que se respetaban y solían visitarse a menudo.
Algo que siempre me ha fascinado es que contrariamente a lo que cabría suponer, Doyle, creador del personaje racionalista por excelencia, era un firme creyente de todo lo paranormal y defensor del mundo espiritista, mientras que Houdini, que procedía del mundo del vodevil y se había hecho famoso por sus milagrosas escapadas, era todo lo contrario.
![]() | |
Arthur Conan Doyle (izq.) y Harry Houdini |
Cuando la madre de Houdini murió en 1913, fueron muchos los embaucadores que se ofrecieron para ponerle en contacto con ella en el otro mundo. Para Houdini fue el comienzo de una larga cadena de desilusiones que culminaron cuando su amigo, Conan Doyle, le propuso una nueva sesión que consideró como definitiva. Jean Leckie, su segunda mujer, era una reputada médium y le ofreció establecer esa última comunicación que él tanto ansiaba.
Durante la sesión, que reunió a los tres en un cuarto de hotel, Houdini, reticente pero confiando en su amigo, deseaba profundamente creer. Jean se puso en trance y por medio de la escritura automática garabateó hasta quince emotivas páginas en donde la madre del mago le decía lo mucho que le quería y lo orgullosa que estaba por sus logros.
Pero había un par de problemas.
En primer lugar su madre jamás se hubiera dirigido a él como Harry, que era su nombre artístico, para ella siempre fue Erik. Además, su madre no hablaba nada de inglés, sino una mezcla de alemán, húngaro y yiddish. Por último, casada con un rabino, difícilmente hubiera iniciado su escrito con una cruz. Un escrito que además carecía de referencias íntimas ni recuerdos compartidos.
Dolido pero deseoso de mantener la amistad, Houdini no dijo nada en aquel momento, pero meses más tarde publicó un artículo en The New York Sun en que negaba tajantemente que alguna vez hubiera asistido al menor signo de comunicación con el más allá. Sir Arthur se sintió personalmente aludido y fue el principio del fin de su amistad.
El caso: el hombre con rayos X en los ojos
En el hall del lujoso Hotel Pennsylvania (Nueva York), una multitud expectante observa en silencio.
Argamasilla tiene los ojos vendados y sostiene con sus manos una caja. En ella se ha introducido un escrito. Coloca la caja a la altura de su cabeza. La mueve hasta ajustar la distancia exacta, el enfoque, para que su vista penetre en el interior. De repente ve el escrito y comienza a leerlo, sin dejar de efectuar movimientos transversales o perpendiculares, para poder abarcarlo en su totalidad.
Más tarde, en otra demostración de su habilidad, es capaz de leer la hora exacta de un reloj de bolsillo con la tapa puesta.
Houdini, que se encuentra entre el público, no ha perdido de vista ninguno de los movimientos de Argamasilla. Se ha fijado en que mantiene el reloj horizontalmente entre los dedos índice y anular un instante. Cuando lo eleva y lo vuelve a bajar lo sostiene de forma distinta. Se da cuenta de que en esos movimientos cubre la esfera mientras abre levemente el resorte. Tras lograrlo devuelve el reloj a la posición inicial, pero no interrumpe los movimientos de enfoque, aunque estos ya solo sirven para hacer olvidar los movimientos iniciales. Cuando juzga que ha pasado un tiempo prudencial, anuncia la hora.
A Houdini tampoco le impresiona el vendaje, ya que como prestidigitador sabe que existen formas de taparse los ojos y conservar algunos ángulos de visión.
En un folleto que publicó referido al caso, Houdini dibujó la configuración de las cajas que Argamasilla utilizaba y cómo estas permitían, a través de unas rendijas el paso de la luz y por tanto la posibilidad de atisbar el interior. Houdini consigue poco después reproducir todos los efectos públicamente.
Fue el descrédito del joven aristócrata en Estados Unidos. Pero en España, este aún tardaría en llegar.
Algunos medios como ABC e intelectuales como Valle Inclán, que tenía inclinación por el mundo esotérico y una gran amistad con el padre de Argamasilla, siguieron defendiendo la autenticidad de los poderes del joven.
![]() |
Artículo en ABC defendiendo a Argamasilla (24 de mayo 1924) |
En el lado contrario, el neurólogo y psiquiatra Rodriguez Lafora se situó como voz de la razón y la ciencia. Después de hacerse eco en varios artículos publicados en el diario El Sol de los hallazgos de Houdini, arremete contra lo que en su opinión son errores básicos de investigación y dice que el éxito de sujetos como Argamasilla se debe a que “los hombres de ciencia son generalmente cándidos por estar acostumbrados a investigar la verdad y van a buscarla directamente, sin estar habituados al trato con los que premeditadamente se valen del engaño”.
![]() |
"Espiritismo, videncia y engaños" artículo de Rodríguez Lafora publicado en El Sol (1 de agosto de 1925) |
Y es que como quedaría de manifiesto en esta y otras ocasiones, a veces no hay nada mejor es un mentiroso profesional, un ilusionista, para descubrir el engaño. O como solía decir James Randi, de quien hablaremos en la segunda parte: “No hay nada mejor que un ladrón para atrapar a otro ladrón”.
¿Qué paso con ellos? Argamasilla fue desapareciendo de la atención pública aludiendo a que sus habilidades iban menguando. Con el tiempo se convertiría en director general de Cinematografía y Teatro durante el franquismo.
Por su parte, Houdini siguió, incluso después de muerto, librando su batalla contra los falsos médiums. Elaboró un código que solo él y su esposa conocían, consistente en diez palabras. Si alguna vez contactaba a través de algún médium desde el más allá, usaría esas palabras, de modo que Bess pudiera saber con certeza que era él. Advirtió a su esposa de que si había alguna manera de comunicarse desde el más allá, él sin duda la encontraría.
Al cabo de diez años, su mujer celebró una última sesión. Apagó entonces una vela que simbólicamente había mantenido encendida junto a la fotografía de Houdini. “Diez años son suficientes para esperar por cualquier hombre”, dijo. Desde entonces, es tradición entre los magos celebrar sesiones en las que se invoca al espíritu de Houdini cada 31 de octubre.
***
Solomon, M. (2022) Lives of the conjurers: John Nevil Maskelyne and the Home of Mystery. Baltimore, Maaryland. Top Hat PressMorales, G., Mayrata, R., et al.(2014) Valle Inclán y el insólito caso del hombre con rayos X en los ojos. Madrid. La Felguera
Gámez, L.A. (17 de agosto 2024). Magia contra lo paranormal. El Correo
Trigo, A. (12 de febrero 2023). Magia e ilusionismo en el corazón de Londres: ¡Bienvenidos al Egyptian Hall! Anatrigo.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario