La mítica revista La Codorniz tenía una sección titulada: Tiemblen después de haber reído en el que se ofrecía un relato que era a la vez terrorífico y humorístico, de un humor por lo general bastante negro. No se me ocurre una forma mejor para titular esta entrada sobre la película Relatos Salvajes de Damián Szifron, ya que de acuerdo con la crítica de Jordi Costa en Fotogramas se trata de "un poderoso mosaico donde no se tiembla después de haber reído: se tiembla y se ríe a la vez".
Todos llevamos una bestia dentro. La cultura y la civilización no son sino mecanismos de contención que permiten que la bestia se quede en su jaula y podamos convivir con los demás en términos razonables. Pero ¿qué pasa cuándo movidos por circunstancias extraordinarias cruzamos esos límites?
Como ya comenté respecto a Guillaume y los chicos a la mesa, cuando una película hace que te rías de cosas que, bien miradas, no tienen ni puñetera gracia, es que tiene algo que está conectando de alguna manera muy poderosa con el público. Te podrá gustar más o menos (y entiendo a quien no le guste nada); pero de lo que no cabe duda es que nos encontramos con un film que consigue una extraordinaria complicidad con el espectador. En Argentina ya es la película de habla hispana más taquillera de la historia, y en nuestro país va ganando público poco a poco, gracias al boca a boca, después de entrar por la puerta de atrás en la cartelera, escondida tras "monstruos palomiteros" (y nunca mejor dicho lo de monstruos), como Drácula o Annabelle.
Damián Szifron es un director que está llegando a la madurez narrativa después de haber dirigido El Fondo del Mar y Tiempo de Valientes, y de foguearse en televisión con series como Los Simuladores y Hermanos y Detectives. Le acompañan un plantel de actorazos, una especie de NBA argentina: Leonardo Sbaraglia, Ricardo Darín, Darío Grandinetti, Erica Rivas... Mención aparte merece la dirección de fotografía de Javier Juliá, que consigue que cada capítulo tenga un clima propicio desde los primeros fotogramas. Y esos encuadres, llenos de imaginación... Hay mucho talento contenido en esta cinta, de eso no cabe duda.
De izquierda a derecha: Darío Grandinetti, Erica Rivas, Óscar Martínez, Ricardo Darín, Leonardo Sbaraglia, Rita Cortese y Julieta Zylberberg |
Más que de una historia unitaria, la película se compone de seis capítulos, que son independientes entre sí, si acaso unidos por el tema de la venganza y del lado salvaje que todos mantenemos reprimido en nuestro interior y que los protagonistas de estas historias sacarán a relucir. Sin más, os hago un pequeño balance personal de cada uno:
Pasternak
En un avión varios pasajeros descubren al principio admirados y al final horrorizados que tienen algo en común con el resto. Este relato abre la cinta antes de los (muy apropiados) títulos de crédito. No es el que más me gustó, ya que lo vi demasiado efectista para mi gusto, pero funciona a la perfección como aperitivo para abrir boca de lo que vendrá después. A destacar la muy divertida intervención del psiquiatra intentando razonar con el piloto.
Las Ratas
Un arrogante cliente llega a un remoto restaurante en mitad de la carretera, sin saber que la camarera que le atiende es la hija de una familia cuya vida él arruinó en el pasado.
La más "hitchcockiana" de todas, planteando interesantes cuestiones morales y éticas, pero sin perder ni un ápice de un humor corrosivo. A destacar la primera línea de texto y expresión de Rita Cortese (la cocinera mayor), que hace un papel inolvidable.
El Más Fuerte
Un trajeado yuppie (Leonardo Sbaraglia) al mando de un cochazo último modelo adelanta e insulta a un desvencijado automóvil que se interpone entre él y la carretera. La mala suerte es que en medio de la nada, se le pinchará una rueda y el conductor del vehículo burlado le alcanzará.
Cinematográficamente es quizás el mejor, con un in crescendo y un ritmo trepidantes. Me recordó a El diablo sobre ruedas de Spielberg y al Tarantino más desenfrenado. Por otro lado, como en todos los relatos, el final es impecable, resumiendo en un fotograma toda la verdad de la historia.
Bombita
Ricardo Darín da vida a un ingeniero especialista en demoliciones, el cual, harto de sufrir la injusticia y la indiferencia burocrática, decidirá dar un escarmiento al sistema.
Mi favorito. Quizás sea la historia de venganza más inteligente de todas, la más medida, y sin embargo, quizás por eso mismo... la más perversa. Me quito el sombrero de nuevo por el final, con una vuelta de tuerca y una moraleja cuanto menos turbadora. Y qué decir de Ricardo Darín, un actor al que todos los papeles le sientan bien...
La Propuesta
Una descripción de la corrupción minuciosa y sin concesiones. Un personaje que parece la versión argentina del Sr Lobo de Pulp Fiction (sí, volvemos a Tarantino, al mejor). Y un final que, de nuevo, pone todas las fichas en su sitio. A destacar: los diálogos, y ese duelo de actores entre Óscar Martínez, padre de un niño bien con problemas con la ley y Ósmar Núñez, abogado de confianza de la familia (y un tanto aprovechadillo).
Hasta que la Muerte nos Separe
El día de su boda Romina (Erica Rivas) descubre que su marido ha invitado al banquete a una examante.
Me atrevería a decir que esta historia fue la favorita del público (a juzgar por cómo se divertía la sala, llena por la fiesta del cine); y un colofón por todo lo alto a toda la tensión y energía acumulada a lo largo de los 119 minutos que dura la película. Un tour de force y un descenso a los infiernos narrado en tiempo real y que compagina la comedia y el drama. Me quedo impresionado con la interpretación de Erica Rivas (para mi la mejor de un elenco sensacional, junto a esa cocinera del demonio interpretada por Rita Cortese).Y nuevamente hay que decirlo: un final a la altura de las circunstancias y que te deja pensando.
En definitiva, una película divertidísima sobre las cosas que a todos, vamos a ser sinceros, hemos pensado en algún momento dado, o nos habría apetecido hacer. Seguramente, por eso mismo, todos nos reíamos con situaciones de lo más dramático, y esa sea su principal fuerza: hacer de catarsis ante una sociedad saturada y crispada en las que muchas veces el individuo se siente acorralado y manejado por un orden de cosas que percibe ajeno a él. Y cuando un animal se siente acorralado... muerde.
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