miércoles, 2 de abril de 2014

Guillaume busca su sitio

Esta semana he visto Guillaume y los chicos ¡a la mesa! 

Esta película ha hecho furor en Francia, llevándose los César más importantes (incluidos el de mejor actor, merecidísimo, para Guillaume Gallienne, que hace dos papeles: el de madre y el del hijo, protagonista de la historia). Además, el propio autor es el que firma el guion y dirige la película, basada en el espectáculo teatral con el que ya triunfó en el país galo.

Guillaume no sabe bien cuál es su problema, pero tiene dos cosas claras: que admira a su madre sobre todas las cosas, y que debe ser algo diferente de sus dos hermanos, porque ya desde pequeño, ella siempre les llamaba diciendo: “¡Guillaume, niños, a cenar!” 

La sociedad siempre trata de imponernos un molde, hacer que encajemos en una posición. Pero, ¿qué pasa con aquellos que no se adaptan al estrecho margen que dejan estas clasificaciones? Si hablamos de identidad de género, parece que sólo hay dos casillas donde puedes caer: masculino o femenino, y una sola manera de vivir en cada una de ellas. Como si sólo hubiera una forma correcta de ser hombre o mujer. 

Como va a ser tónica habitual en este blog, no os voy a contar mucho de la historia ni de los entresijos detrás de la misma, (información que podéis ver aquí y aquí, por ejemplo). Además, así no os revelo ninguna información relevante de una peli que gana mucho si la vas a ver sin una idea preconcebida
Aviso de que esta es una de esas películas que amas u odias profundamente. Is not everybody´s taste, no gustará a todos, ni lo pretende. Sin embargo me sorprendió ya que hacía mucho tiempo que no veía a tanta gente riendo en un cine. El protagonista es capaz de despertar una gran complicidad y empatía, mientras arremete contra todos los prejuicios y tópicos, sin que se salve nadie. Pero le perdonas, porque el primero en salir damnificado de este divertidísimo aquelarre es él mismo. A veces te ríes con cierta culpabilidad, como sabiéndote parte del entramado social que acaba llevando al pobre Guillaume de psiquiatra en psiquiatra y tiro porque me toca. Otras veces te ríes con él, reconocido en ese desesperado intento de encajar como sea, lograr que los demás nos quieran. Simplificando mucho, diría que esta peli es como una sesión de psicoanálisis con un Hanníbal Lecter pasado de anfetas.

La primera media hora (que ocurre en La Línea de la Concepción) es antológica, y la película va avanzando a partir de ahí sin frenos, como una montaña rusa, por escenas que combinan un humor inteligente y surrealista francamente inspirado, con otras en las que predomina la comedia más básica y slapstick. Personalmente, me gustaron más las primeras, pero hay que reconocer que el conjunto está bien compensado, y todo desprende un aire muy refrescante. La interpretación de Guillaume está en gran medida basada en la caricatura, con un toque de farsa teatral, y una voz en off con una mala leche muy bien dosificada. Me recuerda en parte al Woody Allen más anárquico y desenfrenado de sus primeras películas, como Annie Hall.
La película es ácida, cruel por momentos, pero nunca resulta agria, porque desprende una ternura que evita que se nos atraganten las (bastante duras) cosas que nos cuenta. Y esto es importante, porque quizás lo que más define a este film es que hace reír con cosas que no tienen maldita gracia. Y francamente, cuando una película es capaz de narrarte en un tono de comedia cosas tan dramáticas sin caer por desfiladeros que entraña tan temeraria misión, estamos hablando de una película con la que se podrá conectar más o menos, pero a la que hay que tener muy en cuenta.

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