A veces la ficción solo requiere que alteremos alguno de los elementos de la realidad. Así, por un proceso de extrañamiento, algo cotidiano y sencillo de pronto se transforma en extraordinario.
Imaginemos: Has quedado con compañeros de estudios para participar en un seminario en torno a varias obras clásicas. Os cita tu profesora en su domicilio. ¿Quién no ha participado en clases de literatura, en clubs de lectura o discutido sus lecturas con otras personas? Pero ahora viene lo extraordinario: las obras que vais a leer están prohibidas, las reuniones deben ser secretas ya que si las autoridades se enteran de lo que estás haciendo, puedes acabar en la cárcel… o algo peor.
¿De qué manera la ficción puede constituir una amenaza para un régimen poderosamente asentado? Tendemos a pensar en la ficción como un campo de pura evasión: leemos para escapar de nuestra realidad, para vivir otras vidas. Pero, ¿y si os dijera que también leyendo podemos cuestionar la realidad, incluso tal vez transformarla al imaginar otros mundos en el que nosotros ya no somos los mismos?