domingo, 26 de febrero de 2017

El ángel de la inspiración: Florence Foster Jenkins


Asumámoslo: algunas de las cosas que más nos gusta hacer no nos darán nunca de comer. Ni falta que hace. La pena es que esa necesidad de sacar un rendimiento económico de todo lo que hacemos, o de tener que ser los mejores (como si alguien pudiera ser “el mejor” en algo), nos lleva muchas veces a dejar de hacer aquellas cosas por las que puede que no seamos recordados en el futuro, pero que nos hacen felices en el presente.

Florence Foster Jenkins tenía un sueño, y lo hizo realidad. Su sueño era ser cantante de ópera. Y lo fue, en efecto, durante 30 años. Actuó en uno de los mayores templos de la música: El Carnegie Hall. Y grabó 5 discos que hoy son objetos de culto para los coleccionistas.  Lo hizo, eso sí, ganándose el dudoso honor de ser recordada como “la peor cantante de ópera de la historia”.

Tal vez un poco exagerado… ¿Qué pensáis? Bueno, vamos a ver…

                     
Aquí vemos a la amiga dando cuenta de La Flauta Mágica de Mozart

Florence Foster Jenkins nunca dudó de su talento ni de sus progresos. Dueña de una fortuna inversamente proporcional a su talento vocal, siguió trabajando y haciendo lo que más le gustaba. Una vez al año daba un concierto en el Ritz-Carlton con un público convenientemente elegido entre su club de señoras y otros pocos amigos.  Con 76 años la soprano cedió finalmente al deseo de su creciente número de admiradores y actuó en el Carnegie Hall el 25 de octubre de 1944. Fue tal la expectación que las entradas se agotaron con semanas de antelación. Bien es verdad que había un componente morboso en dicha expectación: todo el mundo quería ver si era en realidad tan mala como decían los críticos.

Este es, más o menos, el momento que aborda la película de Stephen Frears. Cabe decir en primer lugar que no es una obra maestra, pero que resulta una película muy bonita, que trasciende a la mera anécdota y a la caricatura (en gran medida gracias al gran trabajo de Meryl Streep quien con ésta acumula su 20ª nominación a los Oscars, casi una cita anual). La veterana actriz consigue hacer creíble a un personaje intensamente humano, cuya grandeza no está en su talento sino en su empeño en perseguir su vocación contra viento y marea. Hasta el pobre y caligráfico pianista Cosme McMoon (interpretado por un carcajeante Simon Helberg, el Howard Wollowitz de The Big Bang Theory), tiene que admitir en un momento clave de la cinta que si va a tocar en el Carnegie Hall, algo completamente fuera de su alcance, es gracias a la maravillosa locura de su entusiasta vocalista. Por cierto, como curiosidad os diré que Helberg es pianista profesional en la vida real.

Los personajes reales y sus alter ego cinematográficos.
De arriba a abajo: Foster Jenkins/Meryl Streep, Clair Bayfield/Hugh Grant y Cosme McMoon/Simon Helberg
Pero para mí el papel más delicioso y con más matices es el interpretado por Hugh Grant, quien da vida al marido de la Jenkins, Clair Bayfield, un actor bastante mediocre que se convertiría en su agente, compañero y futuro heredero. Realmente no llegamos a conocerle del todo hasta el final, y es que él y la protagonista tienen una relación tan tierna como compleja. Os dejo que la descubráis por vosotros mismos, ya que pienso que es una de las bazas más interesantes que juega la película.

Dos películas han homenajeado a Foster Jenkins coincidiendo con el 72 aniversario de su muerte: Madame Margarite versión francesa libremente inspirada en la cantante e interpretada por Catherine Frot, y la que estamos comentando: Florence Foster Jenkins. La primera aún no la he visto, pero las críticas son estupendas.
Ya sabéis los que leéis este blog desde los inicios que tengo cierta predilección por los tipos marginales o “frikis” que se apartan de las convenciones. Al escribir sobre éste personaje no pude evitar acordarme de otras celebres “malas cantantes”: The Shaggs. Pero hay una diferencia sustancial entre el cuarteto rock de New Hampshire y nuestra heroína: Foster Jenkins disfrutaba enormemente con lo que hacía, lo que a la postre la hace parecer en mi opinión mucho más inteligente que sus detractores. Al fin y al cabo, como ella misma afirma en un momento de la película: : “podrán decir que no sabía cantar, pero nadie podrá decir que no haya cantado”. No me digáis que como filosofía de vida no es algo como para anotárselo en un sitio bien visible y recordarlo todos los días…

Seguramente Florence tiene mucho más que ver con el inefable Ed Wood, considerado como uno de los peores directores de cine de todos los tiempos y a quien Tim Burton le dedicó una peli memorable. Ambos son personajes a los que no visitó el ángel de la inspiración, pero que consiguieron con su arte divertir a varias generaciones, pero sobre todo divertirse a sí mismos, pues amaban profundamente lo que hacían. ¿Es o no es esto tener éxito en la vida?

No hay comentarios:

Publicar un comentario